Tribuna:

LA CRÓNICA Y el barón se mató ENRIQUE VILA-MATAS

Se comunica a cuantos pessoanos todavía no lo sepan que acaba de publicarse en Lisboa el único manuscrito que escribiera el barón de Teive, un nuevo heterónimo de Fernando Pessoa. Cuando creíamos que todo se acababa en Ricardo Reis, Álvaro de Camps y compañía, ahora resulta que del baúl que dejara Pessoa a su muerte acaba de aparecer un nuevo heterónimo, un barón que fue el autor de un solo libro. La educación del estoico, un libro raro. No tan raro es haber encontrado ese libro en el baúl de Pessoa. Ese baúl lo tenía cerrado la familia y de él habíamos visto fotografías, sin alcanzar algunos ...

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Se comunica a cuantos pessoanos todavía no lo sepan que acaba de publicarse en Lisboa el único manuscrito que escribiera el barón de Teive, un nuevo heterónimo de Fernando Pessoa. Cuando creíamos que todo se acababa en Ricardo Reis, Álvaro de Camps y compañía, ahora resulta que del baúl que dejara Pessoa a su muerte acaba de aparecer un nuevo heterónimo, un barón que fue el autor de un solo libro. La educación del estoico, un libro raro. No tan raro es haber encontrado ese libro en el baúl de Pessoa. Ese baúl lo tenía cerrado la familia y de él habíamos visto fotografías, sin alcanzar algunos a pensar que dentro del baúl había una obra inédita y gigantesca abandonada y, entre tantos papeles, nuevos heterónimos. El primero en surgir del baúl ha sido ese libro raro del no menos raro barón de Teive, ese nuevo heterónimo que sin duda ha de traer grandes alegrías -de matices suicidas, por cierto- a la afición pessoana en general, una afición que me consta que en Cataluña crece con fuerza día a día. Y si no es tan raro haber encontrado ese libro en el baúl de Pessoa es porque a nadie se le había ocurrido hasta ahora comprar el baúl, donde estaba claro que dormían nuevos heterónimos. Mi amigo Manuel Herminio Monteiro, de la editorial Assirio-Alvim, se ha hecho con el baúl, se lo ha llevado literalmente a su casa, quiero decir que lo ha comprado por un precio razonable, lo ha trasladado a su casa y ha puesto a trabajar a los mejores especialistas en Pessoa para que descifren el material dormido durante décadas en el baúl y encuentren los heterónimos nuevos que sean necesarios. El primero en escapar del baúl ha sido ese barón de Teive que subtitula su manuscrito -el único que escribió- De la imposibilidad de hacer arte superior, lo que nos da ciertas claves sobre lo que podemos encontrar en ese breve y único libro del nuevo heterónimo. Escribe el barón en su breve prólogo a su escalofriante breve libro: "Siento próximo, porque yo mismo lo quiero próximo, el final de mi vida (...) Matarme, voy a matarme. Pero quiero dejar al menos una memoria intelectual de mi vida, un cuadro interior de lo que fui (...) Será este mi único manuscrito (...) Siento que la lucidez de mi alma me da fuerza para las palabras, no para realizar la obra que nunca podría realizar, pero sí al menos para decir con sencillez por qué motivos no la realicé". En su breve libro, el barón nos explica cuál es su visión del mundo y cuáles son los libros que habría escrito de no ser porque ha preferido no escribirlos. El motivo por el que no se ha molestado en escribirlos se vislumbra en el explícito subtítulo, pero también en frases como ésta (que tanto recuerdan, por cierto, el drama de Joubert en el siglo XVIII): "La dignidad de la inteligencia reside en reconocer que está limitada y que el universo se encuentra fuera de ella". Así pues, debido a que no puede hacer un arte superior, el barón prefiere pasarse, con toda la dignidad del mundo, al país de los hechiceros infelices que renuncian a la engañosa magia de cuatro palabras bien puestas en cuatro libros brillantes, pero en el fondo impotentes en su intento de alcanzar "un arte superior que lograra fundirse con el universo entero". Si a esa aspiración universal inalcanzable añadimos aquello que decía Oscar Wilde de que el público tiene una curiosidad insaciable por conocerlo todo, excepto lo que merece la pena, llegaremos a la conclusión de que el barón hizo muy bien en ser tan lúcido, escribir sobre su imposibilidad de escribir, y matarse. ¿Qué otra cosa podía hacer alguien como él que pensaba, por ejemplo, que ni los sabios griegos eran dignos de admiración, pues desde siempre le habían causado una impresión rancia, "gente simplona, sin más". El barón se mató tras escribir su breve manuscrito, dejó su educado y estoico homenaje al arte menor, el único posible para el barón: ese arte menor que descubre nada menos que en el gran Leopardi, lo descubre en una frase de éste que le suena a metafísica muy poco convincente: "Soy tímido con las mujeres, luego no existo". Que Leopardi también hubiera vislumbrado la imposibilidad de un arte superior, consuela al barón antes de matarse. Si el gran Leopardi decía semejantes tonterías, no podía estar más claro que no había nada que hacer, sólo reconocer la aristocracia del alma. Y marcharse. Somos tímidos con las mujeres, Dios no existe, pero al menos alguien inventó la dignidad.

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