Cartas al director

Racismo y homofobia

El domingo 9 de mayo publicaron dos artículos bajo la rúbrica de Una nueva violencia racista, en los que Tahar Ben Jelloun y Norman Birnbaum comentan muy detallada y extensamente sobre el profundo arraigo del racismo en las sociedades occidentales. Pero, pese a mencionar el asalto al bar gay Admiral Duncan de Londres, el de la homofobia no recibe el menor escrutinio.¿Por qué? ¿Es que esos señores, por una lógica rara que no explican, la consideran una mera variante del racismo? Cierto que no lo es; es un aspecto muy arraigado de los estereotipos y papeles de la heterosexualidad todavía muy exi...

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El domingo 9 de mayo publicaron dos artículos bajo la rúbrica de Una nueva violencia racista, en los que Tahar Ben Jelloun y Norman Birnbaum comentan muy detallada y extensamente sobre el profundo arraigo del racismo en las sociedades occidentales. Pero, pese a mencionar el asalto al bar gay Admiral Duncan de Londres, el de la homofobia no recibe el menor escrutinio.¿Por qué? ¿Es que esos señores, por una lógica rara que no explican, la consideran una mera variante del racismo? Cierto que no lo es; es un aspecto muy arraigado de los estereotipos y papeles de la heterosexualidad todavía muy exigidos y ubicuos en nuestras culturas, sin miradas al contenido y calidad de las relaciones humanas puramente en sí.

Y, por muy persistente que siga siendo, el racismo al menos ha perdido toda aceptabilidad en la cultura pública occidental; la homofobia, no. Todo tipo de menosprecio, demonización y mentira sobre el amor homosexual son posturas oficiales y respetables de toda clase de figura pública, y esto sigue prestando un fuerte sentido de justificación a los numerosos empleadores que discriminan a sus empleados homosexuales, a los padres que rechazan a sus hijos e hijas homosexuales y a los gamberros neandertales que nos están agrediendo en la calle hace mucho tiempo y cuyos hermanos más ideológicos plantaron la bomba en el Admiral Duncan.

La pura verdad es que estos dos escritores y la política editorial de EL PAÍS representan un problema endémico de nuestra cultura europea y norteamericana: las clases políticas y mediáticas están comprometidas a analizar y condenar explícitamente el racismo en todo foro público, pero no la homofobia; y hasta vemos a estos comentaristas escribiendo todo el rato de grupos racistas, y nunca de grupos homofóbicos, aunque estén comentando la violencia contra los gays y lesbianas.

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¿De dónde van a oír la desaprobación de sus actitudes, por alguna autoridad adulta, los niños de esta generación que ya estarán contando chistes sucios y maliciosos de los maricones en el patio de la escuela?-

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