Tribuna:

Air-Fabra

MIGUEL ÁNGEL VILLENA Contemplado desde el caos aéreo que reina todos los días en Barajas, el proyecto de un aeropuerto para Castellón suena a una broma pesada si no fuera porque resulta un esperpento digno de un cacique. Porque, si lo que pretende Carlos Fabra es pasar a la Historia, podría dedicarse el presidente de la Diputación de Castellón a rehabilitar una de las provincias más bellas, pero también más destrozadas urbanísticamente de toda España. Basta dar un paseo por la capital de La Plana o viajar por cualquier comarca castellonense para comprobar las huellas de varias generaciones de...

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MIGUEL ÁNGEL VILLENA Contemplado desde el caos aéreo que reina todos los días en Barajas, el proyecto de un aeropuerto para Castellón suena a una broma pesada si no fuera porque resulta un esperpento digno de un cacique. Porque, si lo que pretende Carlos Fabra es pasar a la Historia, podría dedicarse el presidente de la Diputación de Castellón a rehabilitar una de las provincias más bellas, pero también más destrozadas urbanísticamente de toda España. Basta dar un paseo por la capital de La Plana o viajar por cualquier comarca castellonense para comprobar las huellas de varias generaciones de Fabras sobre un territorio esquilmado que ha visto levantar incontables monumentos a la especulación más hortera y voraz. Pero los delirios de grandeza faraónica de los jerarcas del PP desconocen límites y recuerdan aquellos episodios tan patéticos de los nuevos ricos de la Amazonia que erigieron un teatro de la ópera en Manaos que pronto devoró la selva. Es una lástima que la megalomanía de Carlos Fabra no haya encontrado todavía un Werner Herzog que filme sus despropósitos, como en Fitzcarraldo, o un Eduardo Galeano que narre sus caprichos, como en Las venas abiertas de América Latina. Pero los planes de Carlos Fabra ya rozan el sobresaliente cum laude cuando pretende emplazar su aeropuerto en terrenos de un familiar del vicepresidente de la Diputación, Francisco Martínez. Parece que los responsables del Ministerio de Fomento han desaconsejado el proyecto. Ahora bien, la simple duda sobre su viabilidad ya ofende. Con un aeropuerto internacional como Manises a menos de una hora de Castellón y un aeródromo en Reus, donde el Gobierno piensa invertir 27.000 millones de pesetas, las intenciones de Fabra recuerdan el provincianismo más ramplón y demagógico. Aficionado a organizar vistosos actos sociales en Madrid para promocionar Castellón, sólo nos resta recomendarle a Fabra que haga publicidad de sus líneas aéreas durante los diarios colapsos en Barajas. ¡Ya verá como acogen la propuesta los usuarios de los aeropuertos!

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