Tribuna:

La juerga

Hace falta mucho trabajo y muy buena voluntad para encontrarle al siglo XX, que ahora termina, lo alegre, lo divertido. Ha sido una centuria sangrienta, que empezó mal para nosotros con el desastre colonial, la guerra con Estados Unidos y la repatriación, dantesca, de los soldados que habían combatido en ultramar. Y que termina aún peor con la tragedia de los Balcanes, en la que España está implicada también, aunque no tan directamente como hace ahora cien años.Un siglo de discordias sociales, de represiones, de guerra civil y de dos guerras mundiales, sin contar con las innumerables "matanzas...

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Hace falta mucho trabajo y muy buena voluntad para encontrarle al siglo XX, que ahora termina, lo alegre, lo divertido. Ha sido una centuria sangrienta, que empezó mal para nosotros con el desastre colonial, la guerra con Estados Unidos y la repatriación, dantesca, de los soldados que habían combatido en ultramar. Y que termina aún peor con la tragedia de los Balcanes, en la que España está implicada también, aunque no tan directamente como hace ahora cien años.Un siglo de discordias sociales, de represiones, de guerra civil y de dos guerras mundiales, sin contar con las innumerables "matanzas humanitarias", como dirían, masacrando al idioma, los locutores de radio, los presentadores de televisión y hasta algún ministro, como el señor Serra, que es el del ramo. El siglo XX, sin embargo, pese a haber batido todas las marcas de bombas, incluidas las atómicas; pese a la sangría que causan los avances técnicos en el trabajo o en el tráfico, también ha sido alegre y divertido. Lo demuestra el libro que acaba de publicar Lorenzo Díaz, sociólogo, gastrólogo y juergólogo, que tiene ya en su haber una serie de libros sobre beber, comer y divertirse.

Se titula La España alegre. Ocio y diversión en el siglo XX. Aunque trata de comprender todo el ámbito español, la verdad es que las diversiones que describe, desde los cuplés que cantaba La Bella Otero hasta la movida callejera, se refieren a Madrid, y sólo hay alusiones lejanas a Barcelona y otras ciudades, y ningún pueblo.

A mí me habría encantado leer, por ejemplo, cómo lo pasaban los labradores de Calatorao, de Almendralejo o de La Seo de Urgel en sus fiestas durante los años de la regencia de María Cristina. Pero no, Lorenzo es madrileñólogo más que españólogo, y conoce como la palma de su mano las mesas de tertulia, los manteles de restaurantes y tabernas, los cabaretes y las discoteques del Foro.

Libro recomendado este de Lorenzo Díaz, experto guía diurno y nocturnal de la juerga madrileña de un siglo trágico.

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