Editorial:

Pacto de mínimos

COINCIDIENDO CON la nueva visita a la capital serbia del enviado especial de Moscú, Chernomirdin, Belgrado ha vuelto a insistir en que sólo aceptará en Kosovo una presencia internacional desarmada y bajo la bandera de las Naciones Unidas. Es decir, lo mismo que había hace un año (cambiando la ONU por la OSCE) y que no pudo frenar la limpieza étnica de Milosevic. Washington y todos los aliados tras él han considerado totalmente vacía esta proposición, que se ha producido en medio de los bombardeos más destructivos lanzados por la OTAN desde que se inició la guerra el 24 de marzo. A la angustia ...

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COINCIDIENDO CON la nueva visita a la capital serbia del enviado especial de Moscú, Chernomirdin, Belgrado ha vuelto a insistir en que sólo aceptará en Kosovo una presencia internacional desarmada y bajo la bandera de las Naciones Unidas. Es decir, lo mismo que había hace un año (cambiando la ONU por la OSCE) y que no pudo frenar la limpieza étnica de Milosevic. Washington y todos los aliados tras él han considerado totalmente vacía esta proposición, que se ha producido en medio de los bombardeos más destructivos lanzados por la OTAN desde que se inició la guerra el 24 de marzo. A la angustia que produce la destrucción que están provocando los aviones de la OTAN se unió ayer el horror por un posible nuevo error aliado, que habría costado la vida a varias decenas de pasajeros de un autobús alcanzado sobre un puente de Kosovo. La insensatez de Milosevic no puede eximir a la Alianza de su responsabilidad en esta insoportable repetición de errores. Ni el fracaso de esta primera tentativa negociadora debería interrumpir los contactos diplomáticos.El Kremlin sigue siendo la principal lanzadera de un esfuerzo negociador, impulsado por la OTAN y la ONU, para intentar convencer al dictador serbio de la necesidad de retirar a sus tropas de Kosovo y aceptar una fuerza internacional que garantice el retorno de los deportados. Como aliado histórico de Belgrado, Moscú tiene garantizado el acceso a Milosevic, aunque hasta ahora no ha conseguido persuadirle para que ceda. Fiel a su estilo, deja que un portavoz autorizado difunda un día su disposición a aceptar tropas internacionales de la ONU, para corregir luego que se trataría en todo caso de fuerzas desarmadas. Mientras los aliados no se atreven a llevarle ante la corte especial que juzga los crímenes de Yugoslavia, el dictador serbio los denuncia ante el Tribunal Internacional de La Haya. Y en un gesto que pretende magnánimo entrega al reverendo Jesse Jackson a los tres soldados norteamericanos prisioneros mientras intensifica el horror en Kosovo.

Pero los indicios que se filtran desde un país en apagón informativo sugieren que al presidente yugoslavo ya no le quedan demasiados conejos en su chistera y que se le acumulan frentes de conflicto ingobernables desde el búnker que habita en Belgrado. El primordial es un castigo aéreo que crece en intensidad, y que seguirá aumentando a juzgar por el despliegue en Europa de otro medio centenar de B-52 estadounidenses. A ello hay que sumar una discreta pero progresiva acumulación de tropas aliadas terrestres en Macedonia y el inicio efectivo del embargo de productos petrolíferos decretado por la OTAN y la Unión Europea; un embargo que tardará en tener repercusiones en Serbia -y que no puede convertirse en bloqueo naval sin autorización del Consejo de Seguridad-, pero que ya han comenzado a aplicar países limítrofes, como Rumania y Bulgaria. Moscú reiteró ayer su oposición, pero por el momento su Flota del mar Negro no está escoltando hacia el Adriático a ningún petrolero dispuesto a violar la medida. Dentro de las fronteras yugoslavas, Montenegro ya ha hecho oír su voz denunciando la política suicida de Milosevic y amenazando con votar la secesión, algo que la OTAN ha considerado inmediatamente fuera de sus planes. La minúscula república de 600.000 habitantes que dirige Milo Djukanovic sufre a la vez la presión de Belgrado, su teórico socio federal y poder dominante, y los ataques de la OTAN. Las declaraciones del presidente montenegrino contra Milosevic, a quien considera incapaz de renunciar a su despotismo y del que teme la apertura de un nuevo frente en su pequeño país, se unen a las que esta misma semana acarrearon la destitución del viceprimer ministro serbio Vuk Draskovic. Otro político de la situación, Goran Matic, ha apuntalado esta incipiente disidencia interna pronunciándose a favor de concesiones a la OTAN. Rusia, sola valedora de Milosevic, puede sentir la tentación de considerar que lo mejor para sus intereses es esperar e intentar explotar las divisiones internas de los aliados occidentales, que han llegado hasta aquí tras muchos titubeos y un doloroso proceso interno. Sin embargo, al punto que han llegado las cosas, el mejor servicio que Moscú puede hacer a la causa de la paz razonable que dice querer es intentar convencer a Milosevic de que la OTAN va en serio cuando reitera que no habrá compromiso sin una retirada de las fuerzas serbias de Kosovo y la presencia en la región de tropas capaces de garantizar la vuelta de los albaneses.

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