Tribuna:

Indulto

JAIME ESQUEMBRE Sorprende la capacidad que tienen las grandes ciudades valencianas para trasladar al mundo su particular versión de acontecimientos que, normalmente, no tendrían debate posible en una sociedad avanzada. En Elche ha comenzado una campaña de recogida de firmas para suplicar al Consejo de Ministros un indulto para un señor que ha sido condenado por pederastia. El fallo es firme, y el texto que recoge los hechos, escalofriante, sin licencia a la interpretación. El condenado duerme ya en prisión por haber vejado sexualmente a unos niños que hoy sufren secuelas psicológicas que exig...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

JAIME ESQUEMBRE Sorprende la capacidad que tienen las grandes ciudades valencianas para trasladar al mundo su particular versión de acontecimientos que, normalmente, no tendrían debate posible en una sociedad avanzada. En Elche ha comenzado una campaña de recogida de firmas para suplicar al Consejo de Ministros un indulto para un señor que ha sido condenado por pederastia. El fallo es firme, y el texto que recoge los hechos, escalofriante, sin licencia a la interpretación. El condenado duerme ya en prisión por haber vejado sexualmente a unos niños que hoy sufren secuelas psicológicas que exigen tratamiento médico, pero algunos sectores de la población ilicitana, periodistas y políticos incluidos, mantienen que el agresor ha expiado ya su culpa sólo con la vergüenza de haberse conocido sus fechorías. Hipocresía y doble rasero se dan la mano en ocasiones para dejar bien claro, como decía hace años Maruja Torres en las páginas de este periódico, que el español es muy dado a hacer distingos entre los reos y repudiados. Da la casualidad de que el condenado de Elche es un personaje público, popular, un cantautor que por los días alegraba la existencia con sus canciones a colectivos desprotegidos, y por las noches hacía otras cosas, también con desprotegidos. Seguro que si el pederasta fuera un desconocido, esas mismas firmas se recogerían por su inmedito encarcelamiento y el cumplimiento íntegro de la condena impuesta por los jueces. Si de sorpresas hablamos, destacan las columnas de opinión y mensajes radiofónicos que arropan y animan al condenado al objeto de que supere su debilidad anímica, que siempre vinculan a una atribuida bondad infinita. Es el acabóse: sitúan al verdugo en el rol de víctima. Y vergonzante que poderes públicos y mediáticos no recuerden ahora a los verdaderos agredidos, que se mantienen en un discretísimo segundo plano por razones obvias. Siento curiosidad por saber cómo se las ingeniará Diego Macià para pedir el voto a los padres de las víctimas de Pepe Marcos, después de rubricar la petición de indulto.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Archivado En