El Prado, en peligro
Decido entrar en el Museo del Prado para ver los últimos cambios.Todo, del principio al fin, lo encuentro desastroso... Menos los cuadros... Claro.
La entrada ya es un problema. Sin señalizar, con dos únicos accesos de torniquete, 20 minutos de cola al sol.
Ya dentro, aquello parece un mercado persa: la gente en oleadas va y viene..., no sabe adónde ni de dónde. Nadie encuentra escuelas, siglos, letreros, indicadores, flechas... Todo es confusión y barullo. Los cuadros siguen con sus letreritos invisibles. Han colocado en zonas unos buenos carteles explicativos..., pero ilegibles...
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Decido entrar en el Museo del Prado para ver los últimos cambios.Todo, del principio al fin, lo encuentro desastroso... Menos los cuadros... Claro.
La entrada ya es un problema. Sin señalizar, con dos únicos accesos de torniquete, 20 minutos de cola al sol.
Ya dentro, aquello parece un mercado persa: la gente en oleadas va y viene..., no sabe adónde ni de dónde. Nadie encuentra escuelas, siglos, letreros, indicadores, flechas... Todo es confusión y barullo. Los cuadros siguen con sus letreritos invisibles. Han colocado en zonas unos buenos carteles explicativos..., pero ilegibles desde tres metros para personas con siete dioptrías (esto de los carteles ilegibles nos persigue por doquier. Todos sabíamos que España es el país anticartel. Pero ¡encima ilegible... ya es demasiado!). Me preguntan ocho o diez veces los extranjeros por Goya. ¡Casi nada, Goya! Previamente había preguntado yo a tres vigilantes: al fondo, baje, regrese, suba al segundo y baje al primero. Sólo eso y forcejeando entre rebaños. Pensé: si esto pasa en abril, ¿qué será en junio?
La sensación de desconcierto, de incapacidad organizativa, de ridículo español, me invade y avergüenza.
Mi compañero de viaje bromea: "¡Habrá que traspasar el Prado a El Corte Inglés o a La Caixa y podremos visitarlo!".-