Tribuna:

Pesquisas andaluzas

J. M. CABALLERO BONALD Todo debate lleva implícito el germen de la duda. Claro que también depende del grado de tolerancia de quienes participan en ese debate. Siempre pueden establecerse con absoluta certeza las ideas que se rechazan por no coincidir con las propias, aunque a veces no se alcancen a distinguir las ajenas que acaban aceptándose. Sólo los que van por la vida proclamando que están seguros de todo, salen indemnes de cualquier controversia: ni transigen ni convencen. Pero también es posible que algunos de los que intervienen en una discusión. suponiendo que lo hagan con la desobed...

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J. M. CABALLERO BONALD Todo debate lleva implícito el germen de la duda. Claro que también depende del grado de tolerancia de quienes participan en ese debate. Siempre pueden establecerse con absoluta certeza las ideas que se rechazan por no coincidir con las propias, aunque a veces no se alcancen a distinguir las ajenas que acaban aceptándose. Sólo los que van por la vida proclamando que están seguros de todo, salen indemnes de cualquier controversia: ni transigen ni convencen. Pero también es posible que algunos de los que intervienen en una discusión. suponiendo que lo hagan con la desobediencia debida, tengan la sospecha de que muy bien podían haber defendido lo contrario de lo que se empeñaron en mantener con mayor o menor tenacidad. Viene todo esto a cuento porque acaba de celebrarse el plenario del foro Andalucía Nuevo Siglo, donde las siete comisiones previstas han dado cuenta de sus trabajos desde que se constituyeron hace unos ocho meses. En conjunto, se trata de una muy nutrida serie de diagnósticos sobre la actual realidad andaluza y de sugerencias en torno a su inmediato futuro. Ahí es nada. La verdad es que, visto desde un ángulo estrictamente operativo, el funcionamiento de estos foros suele verse afectado por la excesiva prolijidad de los asuntos propuestos y la tendencia a buscar soluciones a veces demasiado pretenciosas. Sin duda que la propia dinámica de la historia andaluza, tan positivamente alentada desde su primer autogobierno, venía a demandar en este fin de siglo una recapitulación pertinente y una tentativa de aproximación a los tiempos que se avecinan. Que esos buenos propósitos fructifiquen, ya es otra cuestión. Yo he participado con gusto en ese foro precisamente porque contaba con la garantía previa de una absoluta libertad de movimientos y porque se me incluyó en una comisión denominada Andalucía: una realidad multicultural . Dado mi escepticismo respecto a la llamada uniformemente cultura andaluza, ese simple enunciado -"multicultural"- tenía que atraerme por más de un motivo. Y en ningún momento me he sentido defraudado, si bien compruebo ahora, en las conclusiones de los debates, que se ha llegado a una especie de consenso quizá un poco abigarrado. No lo digo por ciertas veleidades nacionalistas que se han filtrado aquí y allí o por algún que otro exceso en la demarcación social y cultural andaluza, sino por las copiosas medidas y actuaciones que se plantean. Supongo que se tendría que haber atenuado la abundancia de proposiciones en beneficio de la viabilidad del mayor número posible de ellas. La tendencia a exaltar lo privado en detrimento de lo ajeno, aparte de un torpe reduccionismo, supone un mal negocio cultural. Todos sabemos que existe una Andalucía que se limita a enfrascarse en su propio mundo, del mismo modo que hay una Andalucía que tiende a la universalidad. Optar por la primera de esas dos contrarias actitudes lleva consigo un peligro que debe neutralizarse a toda costa en un foro como el que ahora finaliza. En cualquier caso, un fin de trayecto supone siempre en este sentido un punto de partida. O sea, que más a mi favor.

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