Tribuna:

La marea alcanza al presidente

Sin ninguna necesidad, el Madrid ha convertido su crisis en un asunto muy serio que alcanza inevitablemente al presidente Sanz. El enredo alrededor de Capello ha tenido las características de una comedia bufa, pero sus consecuencias son dramáticas para el club, envuelto en una situación caótica, con el presidente en jaque, con un entrenador de cuerpo presente, con Capello martirizando nuevamente a la institución, con una directiva inservible, con un secretario técnico inoperante, con unos jugadores escaqueados, con una masa social perpleja. Todo esto apenas nueve meses después de ganar la Copa...

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Sin ninguna necesidad, el Madrid ha convertido su crisis en un asunto muy serio que alcanza inevitablemente al presidente Sanz. El enredo alrededor de Capello ha tenido las características de una comedia bufa, pero sus consecuencias son dramáticas para el club, envuelto en una situación caótica, con el presidente en jaque, con un entrenador de cuerpo presente, con Capello martirizando nuevamente a la institución, con una directiva inservible, con un secretario técnico inoperante, con unos jugadores escaqueados, con una masa social perpleja. Todo esto apenas nueve meses después de ganar la Copa de Europa y por una cuestión relativamente sencilla de tramitar: el despido y la sucesión de Hiddink.Sanz se ha metido en jaque de una forma absurda. Una crisis que apenas le afectaba ha desbordado todos los diques hasta alcanzar al presidente. La estrafalaria negociación con Capello se ha saldado sin acuerdo. Sanz se ha encontrado con un entrenador que no le gusta, con otro que le ha desairado y con la urgente necesidad de encontrar a un técnico que acepte la condición de segundo plato: una situación incomodísima que irrita a los aficionados y que tendrá que resolver en precario.

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Para comprometer una posición que parecía sólida, Sanz ha dispuesto de la ayuda de una pandilla de colaboradores que ha actuado como el peor de sus enemigos. Si todo el entorno del presidente le exigía el regreso de Capello, podía pensarse en un acuerdo previo con el técnico italiano. En esas condiciones, la reunión con Sanz se habría convertido en una mera formalidad, y no en la desastrosa ceremonia que se cerró con otro portazo de Capello al club. En este punto, la responsabilidad de los valedores de Capello (casi todos los directivos y el secretario técnico) es abrumadora. Se movieron como lo que son: unos aficionados. Ninguno se paró a pensar en las consecuencias que tendría el fracaso para la credibilidad del club y del presidente.

Tampoco nadie, y en este capítulo el protagonismo de Sanz es incuestionable, trazó una estrategia de seguridad que permitiera una salida honorable a la crisis. Incluso desde el cinismo, el club debió proclamar su confianza en Hiddink, posición que no habría impedido negociar discretamente con otro entrenador. Con otro valor añadido, el efecto intimidatorio sobre los jugadores, que se han ensañado con el entrenador a la vista de su debílisima posición. En este sentido, el Barça le dio una lección al Madrid. Con fe o sin ella en Van Gaal, Núñez le apoyó inequívocamente. La junta le secundó y los jugadores entendieron el mensaje. Lo dijo Guardiola: "Los socios eligen al presidente, el presidente designa a un entrenador y nuestra obligación es colaborar con el técnico que nos dirige". Dicho lo cual, el Barcelona se puso a ganar partidos como quien lava.

Hace tres días el Madrid sólo tenía que manejar un conflicto normal. Ahora se encuentra en estado crítico.

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