Más de 250.000 ultraortodoxos judíos piden en Jerusalén la supremacía de las leyes religiosas

Jerusalén vivió ayer la manifestación religiosa más importante de la historia de Israel. Más de 250.000 ultraortodoxos judíos salieron a la calle para pedir la supremacía de las leyes religiosas por encima de las laicas. La marcha de los integristas fue contestada por cerca de 50.000 personas que se reunieron en un lugar cercano, en un intento de defender con su presencia la democracia y el Estado laico. A ellos se unieron militantes de los partidos de izquierda y del viejo movimiento kibutz, que constituyeron en su momento el embrión del Estado democrático de Israel.

"Basta a la destru...

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Jerusalén vivió ayer la manifestación religiosa más importante de la historia de Israel. Más de 250.000 ultraortodoxos judíos salieron a la calle para pedir la supremacía de las leyes religiosas por encima de las laicas. La marcha de los integristas fue contestada por cerca de 50.000 personas que se reunieron en un lugar cercano, en un intento de defender con su presencia la democracia y el Estado laico. A ellos se unieron militantes de los partidos de izquierda y del viejo movimiento kibutz, que constituyeron en su momento el embrión del Estado democrático de Israel.

"Basta a la destrucción del judaísmo", rezaban ayer centenares de pancartas, agitadas en el aire por militantes ultraortodoxos judíos, refiriéndose a las últimas sentencias dictadas por el Tribunal Supremo en las que se les han recortado algunos de sus privilegios (exención del servicio militar) o se ha corregido la aplicación estricta de las leyes religiosas emanadas de la Torá. La mayor parte de los manifestantes eran militantes y seguidores de la secta de los haredim (literalmente, temerosos de Dios), que tienen su plaza fuerte en el barrio de Mea Sherim, en pleno corazón de la ciudad nueva de Jerusalén. Pero, junto a ellos, formando un frente común, se encontraban también los seguidores de otras organizaciones religiosas, a los que se sumaron colonos radicales que empezaron a llegar a la ciudad el día anterior en un millar de autobuses fletados desde los más diversos puntos del país. "Hermanos, no saben lo que es la Torá. No saben lo que es el respeto a un rabino. Ni saben tampoco lo que significa respetar el shabat (día sagrado judío)", gritaba uno de los dirigentes judíos en medio sus seguidores, todos ellos vestidos de negro, con la cabeza cubierta por sombreros de alas anchas, mientras las mujeres se encontraban un poco más allá, acompañadas de niños.

La manifestación de los ultraortodoxos, convertida en una inmensa e interminable oración, fue presidida por los dos grandes rabinos de Israel, el askenazi Meir Lau y el sefardí Eliau Bakshi, quienes rubricaron ayer un comunicado en el que se desafía nuevamente al Tribunal Supremo y se asegura que esta instancia "no pude cambiar la Torá ni las opiniones de los rabinos".

La concentración de los integristas judíos fue contestada por una manifestación de unos 50.000 laicos, que se reunieron en unos jardines distantes a poco menos de un kilómetro. A la cita en defensa de la democracia y del Estado laico acudieron numerosos militantes de los partidos de izquierda.

"No queremos que esto sea Irán" o "Separar la religión del Estado", rezaban sus pancartas, mientras Abraham Burj, presidente de la Agencia Judía y miembro destacado del Partido Laborista, aseguraba a los concentrados que existe "una guerra cultural en Israel; una lucha de vida o muerte por la democracia". A la concentración de laicos acudió el ministro de Justicia, Tsaji Hanegbi; el ex ministro de Exteriores, David Levy, y el líder del movimiento pacifista Meretz, Iosi Sarid, pero no lo hicieron los grandes dirigentes del Partido Laborista, quizás temerosos de perder definitivamente en las próximas elecciones los votos religiosos.

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