Tribuna:

Paco, Felipe, Xabier

Aznar consideró ayer "privada" y sin relevancia política la carta de su vicepresidente al director de El Mundo. Sin embargo, es precisamente el hecho de que sea privada, es decir no destinada a su publicación, lo que la hace relevante: no sospechosa de falsedad o disimulo. En su día Cascos admitió haber mantenido reuniones relacionadas con el caso GAL, pero se abstuvo de reconocer que una de ellas fuera la celebrada el 9 de diciembre de 1994 en el despacho de Pedro J. Ramírez con el abogado de Amedo sobre un posible indulto a cambio de la inculpación de González. Que Cascos asegure ...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

Aznar consideró ayer "privada" y sin relevancia política la carta de su vicepresidente al director de El Mundo. Sin embargo, es precisamente el hecho de que sea privada, es decir no destinada a su publicación, lo que la hace relevante: no sospechosa de falsedad o disimulo. En su día Cascos admitió haber mantenido reuniones relacionadas con el caso GAL, pero se abstuvo de reconocer que una de ellas fuera la celebrada el 9 de diciembre de 1994 en el despacho de Pedro J. Ramírez con el abogado de Amedo sobre un posible indulto a cambio de la inculpación de González. Que Cascos asegure ahora que Ramírez tiene con él una deuda de honor no prueba que existiera un compromiso con Amedo en tal sentido, pero sí refuerza la sospecha de una relación de intercambio de favores con efecto político entre el vicepresidente actual y el director de ese diario. Ello no es trivial, como Aznar y Cascos quisieron ayer trasmitir. Pero la misiva también tiene interés como testimonio psicológico. Cascos se queja de verse retratado como un perro al que su dueño despide de una patada. ¿No será una queja inconsciente contra el propio Aznar? Cascos dijo verse a sí mismo como el gregario que ayuda al Indurain del equipo a coronar las cumbres. Teniendo en cuenta que una vez arriba el jefe ha cambiado de ayudante, ¿no hay un reproche en la metáfora? Casi tiene razón Ramírez al considerar que la epístola revela un corazón sensible bajo la máscara de dureza. Sólo impide darlo por definitivo la referencia a la periodista de cuyo no despido se asombra. ("Ha osado tocar al emperador y todavía vive", hace decir Camus a su Calígula).

Los políticos son seres humanos. La televisión ofreció hace unos días un diálogo revelador. El periodista pregunta a Felipe González si piensa encabezar la lista de su partido para las europeas. Responde que no es eso "lo que haría con interés ahora". "¿Qué le interesa?", inquiere el informador. "Lo que hago ahora". La cosa podía haber quedado ahí, pero el periodista insistió: "¿Y qué hace ahora". Hasta ese momento el ex presidente había mantenido un tono irónico. La pregunta le pilló desprevenido, se le vio vacilar. Esto fue lo que acertó a responder: "Algunas cosas de intercambio de ideas, de formación..., crear una nueva plataforma de ideas ante los desafíos del siglo XXI". (O sea, nada, podría haber concluido un malévolo desde el fondo de la taberna). La corresponsal de EL PAIS en Sevilla que resume la escena añade que González había hablado de asuntos como "los cambios tecnológicos" y "las posibilidades de Internet" a unos candidatos a alcaldes de los municipios andaluces "más interesados en debatir sobre el PER". No es fácil encontrar ocupación para un ex presidente de Gobierno de 56 años. Las cualidades del político profesional no tienen por qué coincidir con las del pensador. González ha sido un político muy intuitivo y con gran capacidad para aprender: "Una esponja", según algunos colaboradores que, sin embargo, le reprochan haber perdido en los últimos años capacidad para escuchar. Pero nunca ha sido, ni pretendido ser, un intelectual. Si se trata de un trabajo teórico, es seguro que en el PSOE habrá especialistas más cualificados. La idea de que el líder político del partido tiene que ser también un filósofo, su mejor teórico, es un prejuicio heredado del izquierdismo juvenil.

La política no tiene corazón, pero los políticos sí. Desde que se ha convertido en el personaje favorito de los humoristas, que le ridiculizan sin piedad, Xabier Arzalluz ha perdido el sentido de la medida y sus actuaciones parecen más motivadas por el resentimiento que por sus ideas. La impresión es que ya sólo aspira a convertirse en el reunificador de la familia nacionalista, sobre la base del programa de los sabinianos más radicales. Hace 20 años fue él quien se enfrentó a los sabinianos del momento, que le tachaban de "renegado" y de "socialista".

Entrevistado el lunes en TV3, acusó al PP y PSOE de "no tener como prioridad que no haya muertos" y dijo que "no se sabe" si la posición de Mayor Oreja está motivada "por el interés general o por el interés personal". También dijo que el último comunicado de ETA no contenía amenazas, sino críticas, a los periodistas, y se sumó a ellas asegurando que hay "violencia mediática contra nosotros". A continuación acusó a EL PAÍS de ser un periódico "sectario".

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Archivado En