Tribuna:

Anestesia

No sé ustedes, pero tengo la sensación de que los populares, de un tiempo a esta parte, intentan anestesiarnos social y políticamente con el sutil perfume de la vacuidad. Su último congreso ha sido paradigmático en este sentido. Y Eduardo Zaplana uno de sus portavoces más cualificados. El presidente de los populares valencianos sintetizó en una sola frase la nada ideológica entre dos platos que fue aquella convención: "Al centro -dijo- no se llega por la derecha ni por la izquierda, sino por la puerta de la libertad". Fastuosa proclama esférica absolutamente hueca de contenido, que tiene la vi...

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No sé ustedes, pero tengo la sensación de que los populares, de un tiempo a esta parte, intentan anestesiarnos social y políticamente con el sutil perfume de la vacuidad. Su último congreso ha sido paradigmático en este sentido. Y Eduardo Zaplana uno de sus portavoces más cualificados. El presidente de los populares valencianos sintetizó en una sola frase la nada ideológica entre dos platos que fue aquella convención: "Al centro -dijo- no se llega por la derecha ni por la izquierda, sino por la puerta de la libertad". Fastuosa proclama esférica absolutamente hueca de contenido, que tiene la virtud de no molestar a nadie. Este Zaplana no tiene nada que ver con aquél que, vísperas electorales del 95, reivindicaba en las Cortes Valencianas la existencia de dos modelos de sociedad y buscaba la diferenciación ideológica respecto del PSPV. Ahora, está por el pensamiento único, por el modelo de sociedad único y por el plato de sopa único. En esta suerte de limbo político en que se ha convertido el centro reformista sobran, claro está, los discrepantes, los heterodoxos, la oposición por descontado, y cualquiera que tenga una idea. Pensar resulta peligroso, por eso la latría al jefe y por eso la descalificación sistemática del adversario político, cuando no el ninguneo de sus propuestas. Todo está bien conforme está y no vale la pena tocarlo. Incluso la renovación partidista, excepción hecha del recambio de Cascos por Arenas, es descafeinada, a pesar de las apariencias. Los populares nos quieren a todos anestesiados, narcotizados, en el limbo, distraídos y atontados para que no nos enteremos de lo que pasa. Y, si no fuera porque las formas les delatan, casi lo habrían conseguido por completo. Pero siempre habrá un Anacleto que, pasado de revoluciones ante el altar del jefe, no dude en interrumpir las emisiones de una cadena de radio pública para emitir el discurso partidista de Zaplana. Hombres y gestos como el protagonizado por el director de Ràdio 9 nos devuelven a la realidad y nos bajan, de golpe, del limbo al infierno sin anestesia local.

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