GENTE

UNA HISTORIA DEL OESTE AMERICANO

Con el descubrimiento de un tesoro enterrado hace 149 años en el desierto, conteniendo monedas de oro, cerámicas y cartas que nunca llegaron a su destino, parece que volvemos a las historias de los pioneros californianos. El protagonista de ésta es el arqueólogo Jerry Freeman, que, junto con su equipo, siguió la pista de este cofre perdido durante la fiebre del oro y lleno con 500.000 dólares en monedas de oro y plata. Por el cofre, desenterrado de una cueva del desierto del Valle de la Muerte, en California (Estados Unidos), sólo ha pasado el tiempo, pero no la mano del hombre, ya que ...

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Con el descubrimiento de un tesoro enterrado hace 149 años en el desierto, conteniendo monedas de oro, cerámicas y cartas que nunca llegaron a su destino, parece que volvemos a las historias de los pioneros californianos. El protagonista de ésta es el arqueólogo Jerry Freeman, que, junto con su equipo, siguió la pista de este cofre perdido durante la fiebre del oro y lleno con 500.000 dólares en monedas de oro y plata. Por el cofre, desenterrado de una cueva del desierto del Valle de la Muerte, en California (Estados Unidos), sólo ha pasado el tiempo, pero no la mano del hombre, ya que ha permanecido intacto desde que fue enterrado el 2 de enero de 1850. La búsqueda comenzó cuando Freeman decidió seguir la ruta que hicieron algunos pioneros desde Salt Lake City (Estado de Utah) hacia Sierra Nevada (California), pero que al perderse acabaron en el Valle de la Muerte. "Creo que fueron unos de los pioneros más intrépidos de la historia estadounidense", describió Freeman en declaraciones que publicó el pasado martes la prensa local. Según su versión, lo más probable es que, al verse perdidos, los pioneros escondieran el cofre e intentaran salir del desierto, acabando sus días unos 450 kilómetros más lejos de su ruta original. Por motivos de seguridad, el anuncio del descubrimiento se retrasó dos meses. Además del oro y la plata, el cofre contenía una pistola, un libro de oraciones, un broche de perlas, un cuerno para llevar pólvora, fotografías, cerámica y unas botitas de bebé, todo ello cubierto con un chal hecho a mano. Entre los documentos también estaba una carta escrita por William Robinson, miembro de la expedición, en la que se podía leer: "Mi querido Edward..., si no estoy en casa en febrero, probablemente nunca lo consiga". Según indican los diarios de viaje, este pionero murió 26 días más tarde, tras haber bebido demasiado en el primer manantial de agua potable que encontraron.-

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