Entrevista:

IGNACIO TELLETXEA CATEDRÁTICO DE HISTORIA Y ESCRITOR "San Ignacio está más olvidado aquí que en el resto del mundo"

Autor de más de sesenta libros y especialista en figuras como Ignacio de Loyola y Miguel de Unamuno, Ignacio Telletxea Idígoras (San Sebastián, 1929), es también sacerdote, catedrático de Historia por la Universidad Pontificia de Salamanca y profesor de la facultad de Teología de Vitoria. Este pasado lunes participó en Vitoria en un ciclo que analiza siete finales de siglo, con una conferencia titulada El otoño de la Edad Media. Telletxea considera que hoy en día existe un exceso de soberbia "para analizar los defectos de nuestra sociedad frente a épocas anteriores". Pregunta. ¿Qué caracterí...

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Autor de más de sesenta libros y especialista en figuras como Ignacio de Loyola y Miguel de Unamuno, Ignacio Telletxea Idígoras (San Sebastián, 1929), es también sacerdote, catedrático de Historia por la Universidad Pontificia de Salamanca y profesor de la facultad de Teología de Vitoria. Este pasado lunes participó en Vitoria en un ciclo que analiza siete finales de siglo, con una conferencia titulada El otoño de la Edad Media. Telletxea considera que hoy en día existe un exceso de soberbia "para analizar los defectos de nuestra sociedad frente a épocas anteriores". Pregunta. ¿Qué características particulares tuvo el final del siglo XV?. Respuesta. Fue una época decisiva en la historia de la Humanidad, con gran cantidad de acontecimientos de repercusión posterior. El punto de referencia fue 1492, con la toma de Granada por los Reyes Católicos y el descubrimienro de América, que conmovió al mundo y originó un vuelvo histórico. En esa última década del siglo se rompió también un proceso de convivencia en España, con la expulsión de los judíos y la implantación de un Estado que impone una normativa religiosa, modelo ampliado luego a Europa. P. ¿Qué figuras destacaría de ese período? R. Ignacio de Loyola, nacido en 1492, Bartolomé de las Casas y don Antonio de Mendoza, virrey de Méjico. Son personalidades que marcaron el siglo posterior y señalaron el principio de una nueva era. P. ¿Existe algún paralelismo entre las postrimerías de la Edad Media y este final de milenio? R. El marco en el que se desenvuelve la vida del ser humano cambia mucho, aunque siempre se pueden extraer enseñanzas y lecturas prácticas. La intolerancia de aquella época era incluso mayor que la actual, aunque ahora hay un enorme narcisismo que nos lleva a considerarnos mejores que los hombres del pasado. Un riguroso examen de conciencia sobre este siglo, con millones de muertos a causa de las guerras, nos debería eliminar este orgullo y presunción. P. Parece existir una connotación pesimista ante los finales de siglo a lo largo de toda la historia. R. En estos momentos somos víctimas de un espejismo. Las fechas sólo son una convención, pero proyectamos tantas cosas sobre ellas que las desfiguramos. La existencia de apocalípticos en los cambios de milenio es una simple fruta del tiempo, que nace porque nos ponemos un poco nerviosos P. Como especialista en Ignacio de Loyola, ¿qué vigencia cree que tiene su fugura en la sociedad vasca actual? R. Probablemente en la sociedad vasca es donde menos se nota. He estado recientemente en América ofreciendo conferencias sobre Ignacio de Loyola y la presencia de su figura es muy fuerte en todo el mundo. Aquí lo tenemos más olvidado. P. Sin embargo, unos cuantos políticos relevantes proceden del ámbito de los jesuitas. R. En la larga historia de la Compañía de Jesús han sido educados dentro de su entorno tanto santos como impíos, y es muy difícil detectar qué rasgos definen a sus antiguos miembros o alumnos. La evolución de esta orden en el último siglo es muy grande. La misma Universidad de Deusto de hace cien años y la actual tienen poco que ver. P. El relevante papel de la iglesia en el País Vasco ¿está condicionado por esta herencia de la Compañía de Jesús? R. No sólo por ella. También otras órdenes, como los franciscanos, han marcado la orientación de la iglesia dentro de la sociedad y dejado una herencia que, a pesar de a la secularización actual, no se ha perdido.

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