La noche más mágica

En dos kilómetros de enloquecida caravana convivían rebaños de ovejas, el entrenador del Valencia, Claudio Ranieri, payasos y camiones de gran tonelaje. La abigarrada comitiva de la cabalgata de Reyes de Valencia bombardeó anoche, a izquierda y derecha, con un arsenal de golosinas a las decenas de miles de personas que jalonaban el recorrido. En las calles de Valencia se concentraron, según la Policía Local, 300.000 personas en las horas previas a la noche más mágica. Pero el buen tiempo, sin la lluvia y las bajas temperaturas de años anteriores, también animó a muchos ciudadanos de otras pob...

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En dos kilómetros de enloquecida caravana convivían rebaños de ovejas, el entrenador del Valencia, Claudio Ranieri, payasos y camiones de gran tonelaje. La abigarrada comitiva de la cabalgata de Reyes de Valencia bombardeó anoche, a izquierda y derecha, con un arsenal de golosinas a las decenas de miles de personas que jalonaban el recorrido. En las calles de Valencia se concentraron, según la Policía Local, 300.000 personas en las horas previas a la noche más mágica. Pero el buen tiempo, sin la lluvia y las bajas temperaturas de años anteriores, también animó a muchos ciudadanos de otras poblaciones valencianas a llevar a los niños a la cabalgata local. En Alicante el multitudinario público se arracimaba en las calles para ver a los Magos, informa Jaime Esquembre. Aunque el asfalto estaba mojado por la intensa humedad, la temperatura era agradable. En el acto participaron numerosos figurantes, encabezados por varias escenas bíblicas. En la celebración de Alcoy -que cumple 114 años- funcionó a la perfección el servicio de paquetería de los Reyes Magos, informa Lucía Gadea. Los pajes embetunados, pertrechados de escaleras, treparon hasta los balcones de cada vivienda para entregar en mano los regalos. En Valencia, los Reyes no se hicieron esperar una hora como el año pasado y la cabalgata pudo empezar a las seis en punto de la tarde. De nada sirvió que los organizadores instalaran vallas metálicas junto al puente de Santiago Calatrava en La Alameda. No lograron evitar que una multitud de niños y de no menos enfervorizados padres se abalanzaran sobre las carrozas para demandar su ración de dulces cuando la cabalgata apenas había echado a andar. El paisaje no variaba de la calle de San Vicente Martir a la Porta de la Mar. Un griterío ensordecedor de niños ("¡Aquí, aquí!"), bombardeo de dulces y confeti, y un inquieto Ranieri vaciando bolsas de caramelos a manos llenas.

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