Tribuna:

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Estoy seriamente preocupado por la falta de sensibilidad navideña que viene arrastrando el pensamiento andalucista. Los pueblos acaban pagando caro las lagunas de universalidad que se dejan en sus inconscientes colectivos, los impulsos sentimentales que brotan al margen de la bandera y el terruño. No basta ahora con una simple misa flamenca, ni con la invitación a que consumamos productos andaluces en las fechas más emotivas de nuestro calendario. Hay que dar el paso, hay que ascender con orgullo hasta el corazón mismo de nuestra Historia, hay que atreverse a reivindicar un niño Jesús andaluz ...

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Estoy seriamente preocupado por la falta de sensibilidad navideña que viene arrastrando el pensamiento andalucista. Los pueblos acaban pagando caro las lagunas de universalidad que se dejan en sus inconscientes colectivos, los impulsos sentimentales que brotan al margen de la bandera y el terruño. No basta ahora con una simple misa flamenca, ni con la invitación a que consumamos productos andaluces en las fechas más emotivas de nuestro calendario. Hay que dar el paso, hay que ascender con orgullo hasta el corazón mismo de nuestra Historia, hay que atreverse a reivindicar un niño Jesús andaluz (de Triana), una Virgen María de Antequera y un san José granadino. Dejadme soñar. Sueño con un día en el que todos los pinos nórdicos de nuestros hogares sean sustituidos por olivos. Sueño con las manos puras de las niñas y los niños redactando sus cartas a los reyes magos en un perfecto andaluz, en esa lengua materna que todavía no se habla en nuestras casas, pero que ya late en el fondo de las almas, esperando un gramático y unos planes de estudios que sepan explicarla. Sueño con un Melchor de Jaén, con un Gaspar de Huelva y con un Baltasar de Rota, negrito gaditano de tercera generación. Sueño con el partido futuro de la selección andaluza de fútbol, cuando nuestro delantero centro le marque el gol de la victoria a la selección nacional de Murcia, y corra hasta la tribuna enfebrecida, y se arranque la camiseta ante los aficionados y las cámaras de televisión, y todo el mundo pueda leer tatuado en su pecho un lema justo, una verdad original: "Por un niño Jesús andaluz". Dejadme soñar, porque dos milenios de centralismo demagógico han querido arrebatarnos Nuestra Historia, levantando una mentira absurda de judíos, palestinos, pesebres en Belén y estrellas orientales. El niño Jesús nació en Triana, así está el tema. Y como el pensamiento andalucista siga dormido en su falta de sensibilidad navideña, se nos adelantarán los catalanes o los vascos. ¡Siempre los catalanes y los vascos! ¿Puede aguantarse la ofensa de un niño Jesús bailando la sardana? ¿Tendremos que aceptar la imagen de una Virgen, morena ella de su ser, ataviada a la usanza de Fuenterrabía? ¿Vamos a dejar que nos secuestren al pobre de san José, para incluir su hacha de carpintero bondadoso en las negociaciones de paz? No, no, la respuesta es urgente, debemos escribir de nuevo la historia del niño Jesús, la verdad de sus pañales blanquiverdes. Y el caso es que, con buena voluntad, la solución resulta sencilla. Hace falta un historiador sin mácula, no deformado por la bibliografía y los congresos internacionales, huérfano de Carlos Marx y Carlos V. Será nuestro Historiador Andaluz, el historiador de lo nuestro. Después el Editor Andaluz reivindicará ante la Junta de Andalucía el derecho a editar los libros de texto de los niños andaluces, negándose desinteresadamente a la competencia centralista. El Profesor Andaluz explicará en la pizarra los entresijos del enemigo externo, la telaraña manipuladora de la Navidad oficialista. Y la buena nueva será divulgada por Canal Sur, con la ayuda inestimable de la Asociación de Críticos y Escritores Andaluces. Dejadme soñar. El niño Jesús nació en Triana.

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