Seis políticos muertos por pistoleros desde 1994

Política y crimen van a veces estrechamente unidos en Rusia. Desde 1994 han sido asesinados seis diputados. El último era hasta el viernes el ex general Lev Rojlin, muerto el pasado 3 de julio en su casa de campo de los alrededores de Moscú. Su viuda está detenida, tras confesarse autora del crimen, aunque miles de los asistentes al entierro gritaron su convicción de que fue un crimen político.En octubre hubo atentados contra dos aliados del presidente de la Duma, el comunista Guennadi Selezniov, que poco antes había confesado su disposición a optar a la presidencia. Uno fue muerto a tiros, e...

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Política y crimen van a veces estrechamente unidos en Rusia. Desde 1994 han sido asesinados seis diputados. El último era hasta el viernes el ex general Lev Rojlin, muerto el pasado 3 de julio en su casa de campo de los alrededores de Moscú. Su viuda está detenida, tras confesarse autora del crimen, aunque miles de los asistentes al entierro gritaron su convicción de que fue un crimen político.En octubre hubo atentados contra dos aliados del presidente de la Duma, el comunista Guennadi Selezniov, que poco antes había confesado su disposición a optar a la presidencia. Uno fue muerto a tiros, el otro gravemente herido por la explosión de una bomba. Un asesor del líder comunista, Guennadi Ziugánov, fue asesinado ese mismo mes por la explosión de otro artefacto. Los tres ataques fueron en San Petersburgo.

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Hace unos días, Borís Berezovski denunció que jefes del FSB ordenaron hace meses su asesinato. Los agentes que supuestamente recibieron la orden dieron incluso una conferencia de prensa. Se ha abierto una investigación, pero nada indica que vayan a caer cabezas. Cada año se cometen en Rusia más de 30.000 asesinatos, de los que unos 600 son obra de pistoleros a sueldo. El 90% queda impune.

Uno de los que, pese a algunas detenciones, parece llevar ese camino es el que se cometió, también en San Petersburgo, en agosto de 1997. Un pistolero hirió de muerte desde la terraza de un edificio, traspasando el techo del coche con su Kaláshnikov, al jefe de privatizaciones y vicealcalde de la ciudad, Mijaíl Manévich. Se calcula que esa muerte, probablemente la más cara de los últimos tiempos, costó a quienes la contrataron unos cincuenta millones de pesetas.

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