El largo recorrido de Apo por la senda de la violencia

Tiene 48 años y casi podría decirse que Apo (tío), como le llaman sus seguidores, aprendió el arte de la guerra luchando contra todos y contra todo. Primero, contra el autoritarismo de su padre y el feudalismo de la familia kurda. Segundo, contra la frialdad de su esposa. Y después, contra el dogmatismo de los comunistas y contra el integrismo de los islamistas. Sólo la causa kurda fue capaz de llenar su rebeldía.Abdulá Ocalan comenzó la lucha armada hace 14 años, cuando decidió convertirse en profeta de su pueblo y sacarlo de la opresión que sufría bajo la bota turca. Como líder y fund...

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Tiene 48 años y casi podría decirse que Apo (tío), como le llaman sus seguidores, aprendió el arte de la guerra luchando contra todos y contra todo. Primero, contra el autoritarismo de su padre y el feudalismo de la familia kurda. Segundo, contra la frialdad de su esposa. Y después, contra el dogmatismo de los comunistas y contra el integrismo de los islamistas. Sólo la causa kurda fue capaz de llenar su rebeldía.Abdulá Ocalan comenzó la lucha armada hace 14 años, cuando decidió convertirse en profeta de su pueblo y sacarlo de la opresión que sufría bajo la bota turca. Como líder y fundador del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), emprendió, con un puñado de hombres, una sangrienta campaña que ha mantenido en jaque al bien pertrechado Ejército turco, ha causado casi 30.000 muertos y ha obligado a Turquía a dedicar una buena parte del presupuesto a la guerra en el sureste del país.

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Ocalan comenzó reivindicando la autodeterminación del Kurdistán turco, pero pronto se dio cuenta de que la independencia de esa zona norte de la región del Kurdistán era inviable porque, directa o indirectamente, afectaba a cinco países soberanos: Turquía, Siria, Irak, Irán y Azerbaiyán. Por eso, a principios de esta década, decidió cambiar de estrategia y lanzó sus primeros llamamientos a negociar con Ankara. Además, Ocalan ha intentado también penetrar por la vía política en el Parlamento turco a través de la fundación de diversos partidos que no eran otra cosa que el brazo político del PKK.

Sus intentos pacificadores, al igual que los de otros muchos kurdos que sólo quieren vivir en paz en el sureste de Turquía, la tierra de sus ancestros, fueron siempre desbaratados por el Gobierno, y sobre todo por los militares herederos de Mustafá Kemal y de su empeño por fundar la República de Turquía y su única identidad, la turca.

El militarismo que empaña de nuevo la política turca ha acabado con 19 años de exilio de Ocalan entre Siria y Líbano. Ya en 1995, la presión turca llevó al Gobierno de Líbano a declarar a Apo persona no grata, y el líder del PKK, que había formado a sus primeros guerrilleros en campos de entrenamiento en el valle de la Bekaa, tuvo que replegarse discretamente a Siria. El régimen de Hafez el Asad acogió al PKK por aquello del "enemigo de mi enemigo, mi amigo es", pero una de las condiciones fue que oficialmente en Siria no estaban ni Abdulá Ocalan ni sus milicianos. De hecho, cuando Apo mantenía alguna de sus raras entrevistas -como la aparecida en EL PAÍS el 3 de julio de 1995-, lo hacía deslizándose entre los vericuetos de la Bekaa, que conocía como la palma de su mano.

Por aquel entonces, Ocalan acababa de escribir al Gobierno turco y a los Gobiernos de la Unión Europea para iniciar un diálogo, sin condiciones previas, que permitiera encontrar una salida negociada a su pueblo. Ocalan soñaba con una autonomía como la existente en España, una federación o una confederación. "Todo es posible, siempre que se considere al pueblo kurdo", dijo. Pero, como quien siembra sobre piedra, los llamamientos de Ocalan para solucionar el problema kurdo nunca han obtenido una respuesta positiva. En medios turcos, cada oferta de negociación del PKK ha sido considerada muestra de debilidad. Ocalan lo niega rotundamente, pero es evidente que está cansado de la lucha armada, que sabe que por ese camino a lo más que se puede llegar es a tablas y que así su pueblo no tendrá nunca nada más que sufrimiento, pobreza y opresión. Salvando las distancias, Apo recordaba en algunos aspectos a Yasir Arafat en los años del exilio tunecino.

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Sin duda, la decisión de viajar a Roma no ha sido fortuita. Apo hace tiempo que tiene sus esperanzas puestas en la Unión Europea y en la capacidad de los europeos para comprender lo que significa luchar por el derecho a poder hablar tu propia lengua, leer tus propios periódicos, tener tus propias escuelas, tus alcaldes, tus policías, tu música y tu cultura. Ocalan está convencido de que sólo la mediación europea puede hacer avanzar el proceso kurdo. Una cárcel con rejas de oro: así es para Apo su prisión de Roma y el escándalo que está montando Ankara, porque le han venido como agua de mayo al líder kurdo para sacar su causa del olvido, para ponerla en primera plana y permitirle sentarse a desayunar cada mañana con millones de europeos.

Por el contrario, Ocalan nada espera de EEUU, el gran aliado de Turquía. En Washington como en Ankara es considerado un peligroso terrorista, y este término casi le provoca repulsión. "No somos terroristas, esto es una guerra", asegura siempre.

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