Tribuna:

La jugada que contó el padre Bruno

El padre Bruno, el jesuita más ameno del colegio, lo explicó entusiasmado aquel lunes en clase: un futbolista había preferido la honradez a la eficacia. Y eso merecía una charla.

Zaballa, que aparecía entonces en los cromos del Sabadell, lanzó el balón fuera intencionadamente cuando tenía ante sí la portería entera del estadio Bernabéu. El guardamenta del Real Madrid, Junquera, había quedado en el suelo como consecuencia de un choque en el lance inmediatamente anterior, y Pedro Zaballa Barquin, a quien en la temporada anterior coleccionamos con los cromos del Barcelona, prefirió no ...

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El padre Bruno, el jesuita más ameno del colegio, lo explicó entusiasmado aquel lunes en clase: un futbolista había preferido la honradez a la eficacia. Y eso merecía una charla.

Zaballa, que aparecía entonces en los cromos del Sabadell, lanzó el balón fuera intencionadamente cuando tenía ante sí la portería entera del estadio Bernabéu. El guardamenta del Real Madrid, Junquera, había quedado en el suelo como consecuencia de un choque en el lance inmediatamente anterior, y Pedro Zaballa Barquin, a quien en la temporada anterior coleccionamos con los cromos del Barcelona, prefirió no aprovecharse de la desgracia ajena.

El cántabro Zaballa, que también se había alineado en los cromos del Racing de Santander, pero eso no lo sabíamos entonces, mereció luego la concesión del premio Fair Play (juego limpio) que otorga la Unesco como reconocimiento a la deportividad. Y su gesto del Bernabéu durante aquella Liga de 1970 se recordará en el fútbol español mucho más que su único partido internacional (ante Irlanda, en la Eurocopa de 1964) o sus 209 encuentros en el Barça, incluso más que el gol 2.000 de los azulgrana, que él mismo consiguió.

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Los futboleros de la clase (los que concursábamos en el camino hacia casa con preguntas como "a que no sabes de qué juega Niz, el del Las Palmas", los que dábamos la vida por completar en el álbum la plantilla del Onteniente), comprendimos ese lunes que aquella afición que nos rompía los pantalones y los zapatos, y que, según nuestros padres, nos alejaba de los libros de texto, se había convertido en algo importante. El padre Bruno acababa de dibujar la jugada de Zaballa en la pizarra, y ya no la olvidaríamos nunca.

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