Lloviendo piedras

El incipiente otoño que nos aboca, inexorablemente, sin remedio, a un -según quién- largo invierno, nos trastoca. Convierte a los presumidos en neuróticos de los armarios; a los hipocondríacos en sujetos pasivos de las alteraciones en su presión arterial; a los románticos sin excusa ni pretexto les conduce a la, supuestamente cursi, melancolía que les hace malvivir durante una temporada. Cosas del tiempo que se repiten cíclicamente, y a las que solemos dar una dimensión, una trascendencia que quizá no merecerían. Pero siempre (quien esté libre de culpa, que no conceda ese crédito) son un recur...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

El incipiente otoño que nos aboca, inexorablemente, sin remedio, a un -según quién- largo invierno, nos trastoca. Convierte a los presumidos en neuróticos de los armarios; a los hipocondríacos en sujetos pasivos de las alteraciones en su presión arterial; a los románticos sin excusa ni pretexto les conduce a la, supuestamente cursi, melancolía que les hace malvivir durante una temporada. Cosas del tiempo que se repiten cíclicamente, y a las que solemos dar una dimensión, una trascendencia que quizá no merecerían. Pero siempre (quien esté libre de culpa, que no conceda ese crédito) son un recurso más que tópico y a veces hipócrita para hablar de todo y de nada en un ascensor con un vecino con quien no has cruzado más de veinte palabras en el último año de convivencia en la misma finca. Ese desvarío físico y psíquico que a todos afecta ante la perspectiva de un curso que se abre con recibos de las vacaciones, con la vuelta al cole de los hijos, con los cambios de trabajo, se ve coronado con un fenómeno, no por igualmente repetido, menos molesto: las persistentes precipitaciones, en forma de llovizna que, en el caso de las que protagonizan muchos de nuestros representantes, se convierten en auténtica lluvia de piedras. La casuística es extensa y los protagonistas, que se supone son responsables de sus actuaciones, no paran de jactarse, unos; aunque otros no acaban de excusarse. La recientemente aprobada, por ley, Acadèmia Valenciana de la Llengua, la que (¡benditas lenguas!) ha de poner de una vez por todas en solfa la llamada otrora "batalla de Valencia" y ahora "conflicto lingüístico", aún está en ciernes. Díganme si yerro, aunque creo que a finales de octubre la nómina de académicos ha de estar pactada, cerrada. ¿Habrá que asistir a un nuevo capítulo, café de por medio, entre los portavoces y síndics socialista y popular, como ya lo hicieran antes de un pleno más tenso que un alambre para funambulistas que diera luz verde a la ley en las Cortes? No habrá de ser así, ya que según ha afirmado el presidente de la Generalitat, la lengua de los valencianos ya ha sido sacada del debate político (Informe Semanal, TVE, sábado 19 de septiembre de 1998). Los socios del gobierno valenciano, UV (a quienes, por cierto, se les dio categoría de oposición en el reportaje, ya que tampoco aparecieron dando su opinión), no piensan igual. Y amenazan de nuevo: no habrá AVL si sus integrantes no defienden que el valenciano no tiene que ver nada con otro idioma. Item más. Orihuela y buena parte de los municipios de la comarca de la Vega Baja, incluida Torrevieja (!!!), se han levantado contra el gobierno valenciano. No están dispuestos a que por un "quítame allá ese rector", el magnífico Colegio de Santo Domingo se quede sin diplomaturas que la Universidad de Alicante pensaba impartir desde este curso en la que sería nueva sede académica. Y cuando apenas comenzaba el curso, la administración educativa decía que los errores del pasado han traído los lodos siempre molestos para poder iniciar el nuevo curso de ESO en condiciones adecuadas. ¿Enfrente? Un erial, plagado, eso sí, de observaciones y proclamas del estilo de "Sí, el resultado del congreso es el que fue". Pero el secretario general "porlospe los" Joan Romero continúa siendo objeto (quizá objetivo) de algunos de sus fieles valedores y demoledores compañeros. Hacen aguas por todas partes. Quizá no han sabido asumir la falta de poder, según argumento harto conocido. Y van desordenados, desnortados. En este caso, el pudor y las rasgaduras de vestiduras a propósito de ciertos nombramientos en RTVV viene, como siempre lo han hecho, tarde. Y mal. Los consejeros de administración socialistas y de Nova Esquerra de RTVV se enteran de la programación que aprueban por temporadas, como la ropa que cada cual necesita, por la prensa. Pero sí, buscan fotos y se quejan de los sectarios que son algunos nombramientos de los que quizá han tenido conocimiento también por la prensa. Porque la radio y la televisión de la que cobran cada mes ni les interesaba cuando gobernaban ni cuando quienes la dirigen no son de su cuerda. Son todos los casos que están. Pero no están todos los que son. Y haberlos, como las meigas, que no son invento, haylos. Creo que el lector puede añadir más. Porque podría estar de acuerdo en que nos están lloviendo piedras todos los días. Y las que nos van a llover.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Archivado En