Extractos del diario de un alquitranófilo
Ha caído en mis manos un manuscrito redactado por una personalidad de nuestra ciudad que destaca por la obsesión por el asfalto, y cuya lectura puede ser de provecho para los ciudadanos. Inserto a continuación un fragmento del que se han suprimido las partes más hirientes: "Mi infancia no son recuerdos de un patio de Sevilla, porque no he vivido allí más que los tres primeros años de mi vida, afortunadamente. A esa edad abandonamos esa ciudad demasiado tranquila para venir a la gran urbe emblemática y legendaria (...). Allá por los años sesenta y setenta, los scalextrics, los aparcamientos su...
Ha caído en mis manos un manuscrito redactado por una personalidad de nuestra ciudad que destaca por la obsesión por el asfalto, y cuya lectura puede ser de provecho para los ciudadanos. Inserto a continuación un fragmento del que se han suprimido las partes más hirientes: "Mi infancia no son recuerdos de un patio de Sevilla, porque no he vivido allí más que los tres primeros años de mi vida, afortunadamente. A esa edad abandonamos esa ciudad demasiado tranquila para venir a la gran urbe emblemática y legendaria (...). Allá por los años sesenta y setenta, los scalextrics, los aparcamientos subterráneos, el humo negro, el estruendo y las magnas obras del siglo que viene me fascinaron de inmediato (...). Me entusiasmaban los atascos, y me pasaba las horas con mis amiguitos en ellos mientras rezábamos el rosario. Sin embargo, odiaba todo lo que la gente apreciaba: esos monumentos absurdos que molestan el tráfico, esos edificios que dicen que son bonitos (¿cómo se pueden comparar con una bella autopista o un hermoso túnel?) (...). Mi felicidad se hizo casi completa cuando se construyó el scalextric de Atocha (Arias Navarro era mi ídolo) y cuando se reformó magnamente la plaza de Colón. Pero llegaron los socialistas, los estalinistas del PCE y eso que llaman democracia y... ¡desmantelaron el scalextric de Atocha! ¡Qué vergüenza! ¿Y los coches? (...). Menos mal que hoy mando yo (...). He alcanzado mi sueño. Se construyen túneles y aparcamientos sin importar un edificio o cuatro piedras, como por ejemplo las de la plaza de Oriente (¿a quién le importan cuatro piedras frente a una obra magna y noble que acoge tantos coches y autobuses y que exhala tanto humo?) (...), se colocan superchulas estatuas supercastizas (...) y se instalan fuentes ultramodernas con árboles y angelitos (...). Ahora, ahora planeo un túnel (...) emblemático y legendario, servirá para talar árboles que molestarán la contemplación de tan magna obra, o sea, y evitará que a los pobrecitos coches les dé el aire contaminado de eso que llaman cultura por el museo ése (...). Y también proyecto un túnel superemblemático y superlegendario que irá a ochocientos metros de profundidad y cruzará toda la ciudad, con salidas de humo negro y denso en cada parque (¿no tiene todo el mundo coche? ¡Pues que se vayan a ver árboles a la sierra!)". Aquí se interrumpe el manuscrito.-