Tribuna:

Todos entretenidos

Desde esta ciudad sin pulso que tan bien describe Carlos Colón, me avergüenzo de formar parte de esa ciudadanía que no se preocupa lo suficiente por algunos temas locales. Sin pretender que ello pueda servir de justificación, mi problema es que, así como Carlos Colón lleva la cultura puesta, a una, bastante faltona, le ha dado este principio de curso un arrebato místico por los temas culturales y ando todo el día de acto en acto y sin prestarle atención ni al suelo que piso en el camino. Así ha sido como esta semana, de la Bienal de Flamenco salté al Congreso Internacional sobre Trajano co...

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Desde esta ciudad sin pulso que tan bien describe Carlos Colón, me avergüenzo de formar parte de esa ciudadanía que no se preocupa lo suficiente por algunos temas locales. Sin pretender que ello pueda servir de justificación, mi problema es que, así como Carlos Colón lleva la cultura puesta, a una, bastante faltona, le ha dado este principio de curso un arrebato místico por los temas culturales y ando todo el día de acto en acto y sin prestarle atención ni al suelo que piso en el camino. Así ha sido como esta semana, de la Bienal de Flamenco salté al Congreso Internacional sobre Trajano con el mismo afán. Allí, el profesor Cristóbal González habló sobre un caso, tan relevante como documentado, de entre los numerosos abusos y desafueros que cometieron los gobernadores provinciales del Imperio Romano. El profesor González puso de manifiesto el paralelismo de los hechos con nuestra actualidad y desmitificó en un momento el olor de perfección con el que envolvemos a todo lo romano cada vez que exhibimos sus huellas en nuestra tierra, las de Itálica, por ejemplo. Me pregunto si entonces protestaban los ciudadanos y si servía de algo la protesta. Desde entonces hemos avanzado mucho en unas direcciones y muy poco en otras. La verdad es que tan hermético puede ser el cante gitano como algunas parrafadas de los profesores latinistas. Y digo latinistas como pudiera decir cualquier otra especialidad concreta. Me imagino que así ha de ser con el saber profundo: cerrado en grupos, ya sea de flamenco, de especialidades académicas o de cualquier otra afición o profesión. Al fin y al cabo todos buscamos sentirnos alguien dentro de una colectividad y en Sevilla, entre las peñas y casinos, los clubes sociales o deportivos, las hermandades, las asociaciones nobiliarias, colegios profesionales y la política, hay muchas posibilidades. Quizá por eso soportamos más y protestamos menos, cada uno entretenido en su parcelita de poder y procurando no mirar alrededor para no complicarnos la vida. O también puede ser que no sabemos lo que queremos.

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