Cartas al director

Ya era hora

Al hilo del magnífico artículo de Javier Marías aparecido en el pasado domingo 6 en este periódico, le ruego permita la aparición de la siguiente reflexión. (Y ya era hora de que los intelectuales metan mano en este asunto. Gracias, señor Marías).Ahora que en la presente rentrée nos veremos obligados a inaugurar el aparcamiento en tercera fila, cuando en Londres, París o Barcelona no se ve un coche aparcado en segunda, bueno sería recordar al señor del inequívoco aspecto "delicuescente, blando y beato" que en Madrid ya tenemos más túneles subterráneos que en París y Londres, ciudades que hace ...

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Al hilo del magnífico artículo de Javier Marías aparecido en el pasado domingo 6 en este periódico, le ruego permita la aparición de la siguiente reflexión. (Y ya era hora de que los intelectuales metan mano en este asunto. Gracias, señor Marías).Ahora que en la presente rentrée nos veremos obligados a inaugurar el aparcamiento en tercera fila, cuando en Londres, París o Barcelona no se ve un coche aparcado en segunda, bueno sería recordar al señor del inequívoco aspecto "delicuescente, blando y beato" que en Madrid ya tenemos más túneles subterráneos que en París y Londres, ciudades que hace tiempo declararon la guerra al coche y la paz al ciudadano. También, a nuestro ínclito señor alcalde quisiera decirle que su afición a los túneles y sus ingentes cantidades de dinero, tan faraónicas como desproporcionadas, podrían arreglar de una tacada deficiencias de "tono menor", pero decisivas para dar una dimensión humana a la ciudad: baches en las aceras y bordillos reventados, suciedad en las calles, rotulación de las mismas (¿sabe qué porcentaje de ellas carecen de nombre?), falta de semáforos, señalizaciones en el pavimento y de salida de la ciudad hacia las carreteras, así como un largo etcétera de menudencias que, por ser irrelevantes para la ostentación gradilocuente de tan portentoso señor, resultan ser una pesadilla de la vida cotidiana; eso es lo que necesita el alcalde, acercarse a la vida cotidiana, sin bastones de mando ni medallas y collares que ostenta en las inauguraciones. ¡Ah!, no quiero olvidar el escándalo del reparto de mercancías a los comercios, sin regulación ni orden ni concierto, en que impera la ley del más fuerte.

Ya digo, cosas menores que, al parecer, no merecen la importancia de horadar nada menos que el paseo del Prado para construir el supertúnel de su vida. En sus viajes, ¿por qué no imita a ciudades como Barcelona, París o Londres? ¿O es que sólo ve la Sagrada Familia, la torre Eiffel o la torre londinense? Y lo peor de todo esto es que con Barranco tampoco se hizo nada, aunque éste nunca tuvo la fijación tunelera con su derroche de dinero nuestro a diestro y siniestro, pero, sobre todo, a diestro.-

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