Crítica:CRÍTICA ROCK

Flor de un verano

IV Festival Rock de Alaquàs Parque de La Sequieta. Alaquàs (Valencia), 5 de septiembre de 1998.La publicidad hace milagros. Ya lo dice un anuncio televisivo y, a juzgar por la tremenda repercusión comercial del trío Undrop a raíz de la aparición de uno de sus temas en el anuncio de una popular marca de refrescos, debe ser absolutamente verdad. Train es el título de la canción de marras: una pieza de pop rotundo y tremendamente pegadizo que, de no haber gozado de tal apoyo publicitario, probablemente hubiera pasado desapercibida, como tantos otros temas de similares características, para el pú...

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IV Festival Rock de Alaquàs Parque de La Sequieta. Alaquàs (Valencia), 5 de septiembre de 1998.La publicidad hace milagros. Ya lo dice un anuncio televisivo y, a juzgar por la tremenda repercusión comercial del trío Undrop a raíz de la aparición de uno de sus temas en el anuncio de una popular marca de refrescos, debe ser absolutamente verdad. Train es el título de la canción de marras: una pieza de pop rotundo y tremendamente pegadizo que, de no haber gozado de tal apoyo publicitario, probablemente hubiera pasado desapercibida, como tantos otros temas de similares características, para el público mayoritario. Sin embargo, Undrop ha protagonizado uno de los fenómenos musicales más sorprendentes de la temporada estival: de ser unos completos desconocidos que solían actuar en bares o, incluso, en la calle para poder subsistir han pasado a vender más de cien mil copias de su debú discográfico, The crossing, y a disfrutar de los deliciosos placeres de una fama que, pese a todo, no parece encajar demasiado con las doctrinas de una banda que predica el contacto con la naturaleza, la antiviolencia, la austeridad o las enseñanzas de Hare Krishna. En sus textos abundan este tipo de mensajes y sobre el escenario se empeñan en concienciar a un público con unas proclamas que, de tan inocentes, sólo provocan la carcajada general: "¿Os gustan los animalitos?", preguntaron. "A nosotros también, por eso no nos los comemos". Encantador argumento: aunque, mucho me temo, escasamente efectivo. Musicalmente, Undrop parecen predestinados a sufrir un batacazo tan vertiginoso y espectacular como su repentino éxito. Con los recursos propios del power pop americano, aunque no sorprenden, todavía se defienden bien (el tramo inicial de su actuación -con Wake up, Blind y Train- fue revelador), pero a medida que la cuota de pop fue disminuyendo, en favor del ska, el rock de punteo previsible o el reggae (ni siquiera faltó un tributo a Bob Marley), el interés de la propuesta comenzó a caer en picado hasta que, en los últimos minutos, pudo remontar el vuelo con una concesión completamente innecesaria (¡otra vez Train!), pero recibida con notable entusiasmo por una audiencia que, a este paso, va a acabar dándole la razón a quienes afirman que Undrop no son más que el típico grupo de una sola canción. O flor de un verano. Los norteamericanos Big Soul, en cambio, no necesitaron de reclamos publicitarios para convencer. Se bastan con la seguridad que ofrece la profesionalidad y las tablas, un demoledor concepto del rock repleto de guiños e influencias (rap, funk, soul, surf...) y, por supuesto, un ramillete de canciones redondas (Let"s boogie, Marylou o Sister California) con las que lograron meterse en el bolsillo a un público que, en gran medida, carecía de referencias sobre la banda. El estreno de algunos de sus nuevos temas todavía inéditos, elaborados sobre una sólida base punk, fue un grato obsequio. Los Fresones Rebeldes, por su parte, aún necesitan rodar más para que su nueva vocalista pierda definitivamente el miedo al escenario.

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