Divididos por la música

La diferencia entre la playa de Burriana de día y de noche es tanta como la del blanco y el negro. Mientras el sol no se ha escondido, las arenas burrianenses visten como las de cualquier otra playa, larga y extensa como lo es ésta. Hay gente, no excesiva, pero sí numerosa. Los habitantes y residentes se bañan, toman el sol, disfrutan de las vacaciones. Pero por la noche todo es distinto. El Paseo Marítimo y la playa de Burriana se convierten en capital del ocio de la comarca de La Plana. Sobre todo para los más jóvenes. Una decena de bares, terrazas, pubs y semejantes, todos al aire libre, tr...

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La diferencia entre la playa de Burriana de día y de noche es tanta como la del blanco y el negro. Mientras el sol no se ha escondido, las arenas burrianenses visten como las de cualquier otra playa, larga y extensa como lo es ésta. Hay gente, no excesiva, pero sí numerosa. Los habitantes y residentes se bañan, toman el sol, disfrutan de las vacaciones. Pero por la noche todo es distinto. El Paseo Marítimo y la playa de Burriana se convierten en capital del ocio de la comarca de La Plana. Sobre todo para los más jóvenes. Una decena de bares, terrazas, pubs y semejantes, todos al aire libre, transforman este tranquilo recorrido diurno en absoluto bullicio y deambular de personas, de todas las edades y estilos, con ganas de pasárselo bien. Los locales no separan a su clientela por edades, sino que en cada uno suena un tipo de música. Así, se puede encontrar desde adolescentes hasta jubilados, madres con sus hijos y celebraciones de bodas, sin que por ello deje de ser el lugar elegido para despedir la soltería. Una pareja muestra, fervientemente, lo aprendido en las clases de baile tomadas en los últimos meses. Dos madres han decidido salir con sus hijas con el fin de que éstas muevan el esqueleto. Un grupo de jóvenes canturrea todas las melodías que salen de los potentes altavoces, mientras un grupo de chicos discute cúal es el local idóneo para hacer su próxima parada. Un poco más allá, una pandilla engrandece una canción mientras uno de sus colegas la sigue, concentrado, escuchándola a dos milímetros de las torres de sonido. Un coche da vueltas a una rotonda recogiendo y dejando pasajeros. Los invitados a la boda del tercer local han decidido cambiar de sitio. Los más serios bailan encarados, pero sin tocarse, una tonadilla de moda. Así, casí, hasta el amanecer, de viernes a domingo. Sin dar tregua al cuerpo, ni al estómago, ni a la cabeza.

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