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Lengua

DE PASADACunde en Granada el rumor de que su alcalde, Gabriel Díaz Berbel, tiene un negro o varios, que le preparan los artículos contra los periodistas que ha insertado en la prensa local. Los lingüistas percibieron que, en el primero de ellos -el más largo, inquisitorial y vehemente-, el alcalde hablaba de sí en tercera persona y supusieron que el misterioso corrector de estilo olvidó dar el último repaso o envió el borrador. ¿Cómo un alcalde puede tener un negro tan incisivo pero al mismo tiempo tan descuidado? ¿O se trataba de un ejercicio de estilo que imitaba aquel hermoso cuento de Cort...

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DE PASADACunde en Granada el rumor de que su alcalde, Gabriel Díaz Berbel, tiene un negro o varios, que le preparan los artículos contra los periodistas que ha insertado en la prensa local. Los lingüistas percibieron que, en el primero de ellos -el más largo, inquisitorial y vehemente-, el alcalde hablaba de sí en tercera persona y supusieron que el misterioso corrector de estilo olvidó dar el último repaso o envió el borrador. ¿Cómo un alcalde puede tener un negro tan incisivo pero al mismo tiempo tan descuidado? ¿O se trataba de un ejercicio de estilo que imitaba aquel hermoso cuento de Cortázar titulado Usted se sentó a tu lado? ¿Es ceporro o joyceano el negro? El segundo puñetazo periodístico de Díaz Berbel no sólo no ha despejado la sospecha sino que la ha acrecentado pues en el artículo se rastrea la mano de otro amanuense que escribe en su nombre, más torpe que el primero pues yerra en la gramática y puntúa como quien siembra grano: a puñadas. La escritura de encargo, aunque ha sido una ocupación secreta y vergonzosa, siempre respetó las normas gramaticales y ortográficas e incluso se permitió licencias y algún culteranismo. Con estos precedentes, me pregunto con alarma quién será el encargado de redactar la pregunta del referéndum sobre el futuro del restaurante Rey Chico. Los concejales Miguel Valle y José Manuel Urquiza han promovido la idea de sondear al pueblo aunque lo que éste conteste, han advertido, no será necesariamente lo que la autoridad resuelva. ¿Se han parado a pensar ambos ediles la dificultad que entraña construir una somera pregunta sobre un asunto tan complejo? No se trata de preguntar si el ciudadano está de acuerdo en derribar o no el Rey Chico, sino también en aclarar cuánto debe pagar la administración, si en especie o en dinero y mil posibilidades más que se suscitan a diario. Uno aún recuerda la enrevesada pregunta del referéndum sobre la OTAN y cómo muchos, despreciando las opciones del sí y del no, se quedaron absortos, como quien papa moscas, tratando de averiguar las secretas implicaciones de las respuestas. Para el futuro, el Ayuntamiento de Granada debería contar con su propia academia de la lengua, aunque fuera anónima y secreta.

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