Claves para entender la tormenta

Hace hoy un año empezó en Tailandia una tormenta monetaria que, como un reguero de pólvora, se propagó a casi toda Asia.¿Cómo estalló la crisis?

Aunque algunos síntomas aparecieron en enero de 1997, el 2 de julio es la fecha del estallido de la crisis. Ese día, el Banco de Tailandia anunció que dejaba flotar el baht, la divisa tailandesa, y pidió asistencia técnica al Fondo Monetario Internacional (FMI). El baht se devaluó entre un 15% y un 20% con relación al dólar. El llamado efecto dominó hizo que en los días siguientes Filipinas, Malaisia, Indonesia, Singapur, Hong Kong, Core...

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Hace hoy un año empezó en Tailandia una tormenta monetaria que, como un reguero de pólvora, se propagó a casi toda Asia.¿Cómo estalló la crisis?

Aunque algunos síntomas aparecieron en enero de 1997, el 2 de julio es la fecha del estallido de la crisis. Ese día, el Banco de Tailandia anunció que dejaba flotar el baht, la divisa tailandesa, y pidió asistencia técnica al Fondo Monetario Internacional (FMI). El baht se devaluó entre un 15% y un 20% con relación al dólar. El llamado efecto dominó hizo que en los días siguientes Filipinas, Malaisia, Indonesia, Singapur, Hong Kong, Corea del Sur, Vietnam, Taiwan, etcétera, resultasen, de una forma o de otra, afectados.

¿Cuál fue el origen de la crisis tailandesa?

El baht, una moneda vinculada al dólar, se derrumbó a causa del creciente déficit por cuenta corriente de Tailandia. Débil durante una década, el dólar se reevaluó en 1996, arrastrando al alza el baht y otras divisas asiáticas. Las exportaciones tailandesas cayeron en picado, al tiempo que las importaciones aumentaban y la inversión extranjera, generalmente de tipo especulativo, se reducía. La balanza de pagos, ya de por sí muy deficitaria, se desequilibró aún más.

¿Hay otras razones más generales de la crisis asiática?

Sí. Lo sucedido en Tailandia puso de relieve las debilidades del llamado milagro asiático de crecimiento. El director ejecutivo del FMI, Michel Camdessus, repite que el "modelo asiático" era vulnerable por tres razones: 1. El desequilibrio de la balanza de pagos y de la política monetaria. 2.Una estructura bancaria frágil. y 3. Un sistema político-económico que propiciaba la corrupción y el nepotismo. Estas razones son válidas para la mayoría de los países asiáticos, excepto para Japón, al que no se le puede aplicar la primera, pero sí las otras dos.

¿Por qué es frágil la banca japonesa? ¿Por qué se deprecia el yen?

El pinchazo de la burbuja especulativa a partir de 1992, con la caída de los precios del inmobiliario que garantizaban los préstamos, ha sumergido a la banca japonesa bajo una montaña de créditos irrecuperables -ascienden a 82 billones de pesetas- hasta tal punto que varias entidades están al borde de la quiebra. Su precaria situación no les incita a conceder créditos, lo que asfixia a las empresas niponas, especialmente a las pymes. En consecuencia, Japón padece su más seria recesión desde hace 23 años. Su economía se contrajo un 1,3% en el primer trimestre. La falta de confianza en la economía provoca además una huida de capitales hacia las plazas financieras norteamericanas y europeas, al tiempo que los operadores se deshacen de sus yenes comprando dólares. Desde febrero, cuando se inició su caída, el yen se ha devaluado un 15% frente al dólar, y la inesperada intervención en su apoyo, el 17 de junio, de la Reserva Federal de EE UU y del Banco de Japón sólo surtió efecto unos días. Es posible que se repita, pero sus efectos serán aún más limitados. ¿Qué consecuencias tiene la recesión japonesa sobre sus vecinos del sureste asiático?

Hasta cierto punto, Japón les está exportando su recesión. La acentuación de la depreciación del yen explica en buena medida la reciente recaída de las bolsas de los países del sureste asiático y la cotización a la baja de sus monedas. Para no perder competitividad frente a Japón, sus divisas deben seguir la curva descendiente del yen. La recesión japonesa hace que sus empresas tengan además crecientes dificultades para exportar a Japón, su principal mercado exterior, y que les resulte más complicado obtener créditos de la banca japonesa, cada vez más reacia a concederlos. Esos países, la mayoría pertenecientes a la Asociación de Naciones del Sureste Asiático (ASEAN), empiezan a vivir ahora la segunda oleada de la crisis que se desató hace un año.

¿Cuál es la actitud de China, se-gunda potencia económica de la región?

La actual crisis es la primera de carácter económico en la que China desempeña un papel. China está resultando afectada al verse recortado su crecimiento económico. Pekín preveía alcanzar este año el 8%, pero en el primer trimestre sólo ha sido del 7,2% y la curva es descendente. A pesar de que sus empresas hubiesen ganado competitividad (Japón absorbe el 25% de las exportaciones chinas), Pekín se ha resistido a devaluar el yuan para seguir atrayendo al capital extranjero y para presentarse ante el mundo como una potencia responsable que apuesta por la estabilidad económica. En la cúpula del poder se está abriendo un debate sobre la oportunidad de esta política monetaria, que algunos no consideran apropiada por parte de un país con una alta tasa de paro y cuyo sistema bancario está también tocado. Numerosos analistas creen que, si finalmente se produce, las devaluaciones del yuan y del dólar de Hong Kong propagarán la crisis asiática a todos los mercados emergentes.

¿Cuál ha sido el papel desempeñado por el FMI?

El FMI ha movilizado créditos por más de cien mil millones de dólares para ayudar a los países más afectados a enderezar su situación. De esa cantidad, 37.400 millones corresponden directamente a la institución monetaria, y el resto, a operaciones en las que ha servido de intermediario. Las reservas del FMI han caído a 10.000 o, como mucho, 15.000 millones de dólares. Esta cantidad es suficiente para hacer frente a una nueva crisis local, como la de Rusia, pero no basta para una regional.

¿Cuál ha sido el papel en la crisis de la Europa que dentro de seis meses introducirá el euro?

Muy escaso. Desde un punto de vista monetario, ha sido una partida jugada entre la Reserva Federal de EEUU y el Banco de Japón, que el 23 de junio intervinieron en apoyo del yen. Los bancos centrales europeos no estuvieron asociados a la operación. Tampoco los Gobiernos europeos se han caracterizado por sus declaraciones, colectivas o por separado, instando a Tokio a tomar medidas enérgicas para enderezar su economía o a Pekín a mantener la paridad del yuan. Europa es un actor pasivo de la crisis.

¿Está teniendo consecuencias la crisis sobre las economías europeas?

Sí. Está empezando a tenerlas. Varios países europeos, como Italia, Francia y Alemania, han reconocido ya, todavía de forma oficiosa, que su crecimiento este año se situará ligeramente por debajo de lo previsto. Esta contracción es achacada a la caída de sus exportaciones a Asia. El instituto alemán IFO señalaba en junio que la recesión asiática recortará el crecimiento de EE UU en un 0,5% y el de Europa en un 0,25%. Por otra parte, empresas japonesas y surcoreanas empiezan a cancelar sus proyectos de inversión en Europa. ¿Afectará la tormenta asiática también a España?

El Ministerio de Economía no lo cree así. El peso de los intercambios con Asia en la balanza comercial española es inferior al de sus vecinos europeos. El crecimiento español tiene estos últimos tiempos un fuerte componente de demanda interna, y las exportaciones, aunque crecen a buen ritmo (14,1% en el primer trimestre), no son el principal motor de la expansión que vive España. De ahí que Economía mantenga su previsión de un crecimiento del 3,7% en 1998, aunque, si se desglosa este porcentaje, es probable que el tirón interno sea algo más importante de lo estimado inicialmente.

¿Son negativos para Europa todos los efectos de la recesión?

No. La crisis ha provocado una caída generalizada de los precios de las materias primas, de lo que se beneficia la industria. Ha moderado también el alza de los precios al consumo, lo que debería estimular la demanda interna. Ha generado además un movimiento de capitales de los mercados asiáticos y de otros emergentes (Rusia y Brasil) hacia plazas financieras europeas. Esta inmigración de capitales contribuye a bajar los tipos de interés a largo plazo, lo que a su vez favorece la inversión de las empresas y el consumo de los particulares. Por último, los grandes bancos y empresas europeas están desarrollando una política de compras de sociedades en esa región del mundo porque gracias a las devaluaciones les resulta barato.

¿Qué solución tiene la crisis?

Para la mayoría de los analistas, Japón, la segunda potencia económica de mundo, tiene en buena medida la llave de la solución. De ahí que, con frecuencia, los responsables económicos norteamericanos hagan llamamientos para que, como declaró Lawrence Summers, vicesecretario del Tesoro de EEUU, "Japón decida acciones concretas y rápidas (...) con el objetivo de restablecer la confianza y el crecimiento". Hasta ahora, el dinero que el Gobierno nipón ha inyectado en la economía -a principios de año aprobó un nuevo paquete de estímulos fiscales y obras públicas por valor de 32,5 billones de pesetas- y las medidas que proyecta adoptar para sanear el sector bancario parecen insuficientes ante la magnitud de la crisis. El director del FMI, Michel Camdessus, asegura que para que las iniciativas puestas en práctica por Tokio sean eficaces deben ir acompañadas por "acciones enérgicas de saneamiento del sector financiero, una rebaja de la presión fiscal, inversiones públicas y apertura y desregulación de la economía".

¿Cuánto durará la crisis?

Casi nadie se atreve a hacer pronósticos. El director ejecutivo del FMI vaticinó la semana pasada que sería duradera, pero no dio plazos. El decano del Instituto del Banco de Desarrollo Asiático, Jesús Estanislao, prevé que puede durar seis años.

¿Puede la recesión agravarse aún más en los próximos meses?

Es una hipótesis que no está descartada. El primer ministro británico, Tony Blair, afirma que la recesión asiática es "el mayor riesgo para la economía mundial en los últimos 20 años". El peligro es que la crisis se contagie a todos los mercados emergentes, no sólo a Rusia, Brasil y Suráfrica, que, por diversas razones, ya están en apuros, sino a China y a Latinoamérica. En una siguiente fase afectaría a EEUU y a Europa, y tendría, por tanto, carácter mundial.

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