Tribuna:

Extramuros

Es Sevilla una ciudad embaucadora, el amor por lo que es propio lo llena todo y el orgullo por las tradiciones se respira en cualquier lugar, aunque también es cierto que esa pasión sevillana ha sido utilizada como una fe alienante por las poderosas familias de la "Sevilla de siempre", hoy representadas por Soledad Becerril y Alejandro Rojas-Marcos, para cerrar la ciudad a cualquier cambio, que evidentemente no haría otra cosa que desposeerles de su estatus. El PSOE lo intentó con la Exposición Universal, pero la indecisión socialista en las elecciones de 1991, por cierto las de mayor abstenci...

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Es Sevilla una ciudad embaucadora, el amor por lo que es propio lo llena todo y el orgullo por las tradiciones se respira en cualquier lugar, aunque también es cierto que esa pasión sevillana ha sido utilizada como una fe alienante por las poderosas familias de la "Sevilla de siempre", hoy representadas por Soledad Becerril y Alejandro Rojas-Marcos, para cerrar la ciudad a cualquier cambio, que evidentemente no haría otra cosa que desposeerles de su estatus. El PSOE lo intentó con la Exposición Universal, pero la indecisión socialista en las elecciones de 1991, por cierto las de mayor abstención, el 45%, fue aprovechada por la derecha para reconducir ese proceso de apertura, tan peligroso para sus intereses. A partir de ahí, una vuelta a lo de siempre: un ingente esfuerzo inversor en el casco histórico, en el que tan sólo reside el 20% de la población, exponente de ese barroquismo tan apreciado por la Sevilla de siempre, junto a una política urbanística que aleja cada vez más a los ciudadanos de las cercanías del casco histórico, o incluso los expulsa a las poblaciones del área metropolitana, y otra de sistemático abandono de las inversiones en los polígonos industriales que ha sacado a las empresas más dinámicas fuera del término municipal. A partir de aquí, el cambio de Sevilla y su grandeza en el milenio que se alumbra vuelve a pasar por la apertura de la ciudad y el candidato socialista a la alcaldía debe entenderlo así. No es cuestión de tradición y Olimpiadas frustrantes, sino de integración de los barrios y del área metropolitana, de entender Dos Hermanas, Alcalá o el Aljarafe para entender Sevilla, porque la suma es la que la puede hacer grande. Y para ello es necesario un candidato que lleve a votar socialista a su electorado natural, al 80% de la población de extramuros, donde además reside la mayor parte de esos 230.000 habitantes no nacidos en Sevilla; y para ello es necesario conocer la realidad del área metropolitana y sabérsela tan bien como la de los barrios sevillanos. Hoy por hoy, ese perfil de candidato lo representa el actual presidente de la Diputación de Sevilla, Alfredo Sánchez Monteseirín, y por él pasa la Sevilla abierta del siglo XXI.

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