Cartas al director

Autobombo

Leí atentamente la entrevista a don Santiago López Valdivieso, director general de la Guardia Civil, publicada por su periódico el domingo 31 de mayo, y he comprobado de nuevo que el autobombo es un mal muy extendido en esa institución. Lástima que en su ejercicio de afirmación personal olvide la situación real de las personas que, desde sus puestos de base, están hartos de tantas promesas huecas de sus dirigentes.La jornada de 37,5 horas, que tanto se jacta el señor Valdivieso de haber implantado, es una quimera para los miles de guardias civiles que mes a mes la siguen superando, de una form...

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Leí atentamente la entrevista a don Santiago López Valdivieso, director general de la Guardia Civil, publicada por su periódico el domingo 31 de mayo, y he comprobado de nuevo que el autobombo es un mal muy extendido en esa institución. Lástima que en su ejercicio de afirmación personal olvide la situación real de las personas que, desde sus puestos de base, están hartos de tantas promesas huecas de sus dirigentes.La jornada de 37,5 horas, que tanto se jacta el señor Valdivieso de haber implantado, es una quimera para los miles de guardias civiles que mes a mes la siguen superando, de una forma velada, eso sí, ya que un guardia civil puede realizar habitualmente servicios de 24 horas seguidas sin que éstas le sean contadas, ni a efectos de jornada laboral, ni como horas extras.

También presume el señor director general de que las horas extraordinarias se pagan a 500 pesetas, ¡qué lujo!, ¿es pagando esa fortuna por hora extra la manera como este Gobierno pretende luchar contra el desempleo?

Lo más preocupante es que las palabras del señor Valdivieso, tan frescas y optimistas, no dejan oír las otras voces de los otros miembros de la institución, que se silencian porque su mensaje no tiene ventajas publicitarias. Las voces de los guardias que se suicidan en promedio muy superior a la media de la población española. Las voces de quienes tienen perturbadas sus facultades mentales a causa de los tiránicos métodos de sus jefes, las voces de quienes pagan con expedientes disciplinarios, amenazas y coacciones sus denuncias de corrupción, amiguismo y constante incumplimiento de las leyes por parte de muchos de sus superiores.

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En 1998, en definitiva, la Guardia Civil como institución parece no haberse enterado de que hace ya bastantes años la democracia destronó el despotismo del funcionamiento de la Administración española.

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