Choque entre dos de los países más pobres de África

El conflicto por las fronteras que Etiopía y Eritrea heredaron de la colonización europea ha degenerado en una guerra abierta entre dos de los países más pobres de África, que todavía no se han recuperado de las tres décadas de combates que precedieron al nacimiento de un nuevo Estado en el Cuerno de África.Con apenas 100 dólares (15.000 pesetas) de renta per cápita anual y 58 millones de habitantes de 87 etnias distintas, Etiopía perdió hace cinco años el territorio del norte -y la costa del mar Rojo- que el emperador Haile Selasie se había anexionado en 1962. Devastada por las guerras, l...

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El conflicto por las fronteras que Etiopía y Eritrea heredaron de la colonización europea ha degenerado en una guerra abierta entre dos de los países más pobres de África, que todavía no se han recuperado de las tres décadas de combates que precedieron al nacimiento de un nuevo Estado en el Cuerno de África.Con apenas 100 dólares (15.000 pesetas) de renta per cápita anual y 58 millones de habitantes de 87 etnias distintas, Etiopía perdió hace cinco años el territorio del norte -y la costa del mar Rojo- que el emperador Haile Selasie se había anexionado en 1962. Devastada por las guerras, la antigua Abisinia sigue siendo un país agrícola empobrecido, que depende casi por entero de las exportaciones de café para sus ingresos en divisas, con una deuda exterior estimada en 10.000 millones de dólares.

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Eritrea alcanzó formalmente la independencia de Addis Abeba tras un referéndum celebrado el 24 de mayo de 1993. Pero ya se había emancipado de hecho dos años antes, cuando la guerrilla eritrea ayudó a los rebeldes etíopes a acabar con el régimen comunista del coronel Mengistu Haile Mariam, el sucesor del Negus, que contaba con ayuda militar de la Unión Soviética y Cuba. Desde la independencia, Eritrea, con 3,5 millones de habitantes pertenecientes a nueve etnias, no ha conseguido que la renta per cápita supere los 200 dólares anuales, a pesar de sus incipientes recursos petrolíferos, y tiene una deuda exterior de 46 millones de dólares, cantidad muy baja debido a su juventud como país.

Las buenas relaciones que parecían mantener ambos Estados comenzaron a enturbiarse el año pasado, cuando Asmara decidió crear su propia moneda, el nakfa, y dejó de utilizar la etíope, el birr. Addis Abeba exigió entonces a sus vecinos que todos los pagos en sus intercambios bilaterales se hiciesen en divisas internacionales fuertes. La guerra comercial estaba servida: los eritreos exigieron a los etíopes altas tasas por el uso de sus puertos en el mar Rojo, por donde Etiopía recibe gran parte de sus suministros.

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