Tribuna:

Entre Ajuria Enea y Ermua

La ventaja -o el inconveniente, claro está- de las encuestas es que permiten apreciar hasta qué punto el discurso político se separa de lo que piensa el hombre de la calle.Opinión que, por supuesto, puede cambiar, pero que nadie debe ignorar. Pues bien, dos recientes sondeos sobre el País Vasco, uno del CIS y otro del Gobierno vasco, permiten apreciar esa distancia entre el discurso y la realidad. Así, nuestro ayatolá Arzalluz puede seguir diciendo que sólo los nacionalistas son verdaderos vascos, pues no se puede servir a dos señores a la vez, pero los datos le muestran que una importante mi...

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La ventaja -o el inconveniente, claro está- de las encuestas es que permiten apreciar hasta qué punto el discurso político se separa de lo que piensa el hombre de la calle.Opinión que, por supuesto, puede cambiar, pero que nadie debe ignorar. Pues bien, dos recientes sondeos sobre el País Vasco, uno del CIS y otro del Gobierno vasco, permiten apreciar esa distancia entre el discurso y la realidad. Así, nuestro ayatolá Arzalluz puede seguir diciendo que sólo los nacionalistas son verdaderos vascos, pues no se puede servir a dos señores a la vez, pero los datos le muestran que una importante minoría de vascos -al menos, una tercera parte- no tiene en absoluto esa dificultad genética y se sienten al tiempo parte de la nación española y de la vasca, a pesar del tironeo a que se ven sometidos a diario para forzarles a optar.

Pero los sondeos indican también que otro tercio de los vascos se considera sólo vascos y uno de cada cinco es claramente independentista -porcentajes que crecen entre los más jóvenes-, dato que explica los resultados del segundo sondeo -el del CIS-, que evidencia un muy preocupante bloqueo electoral del País Vasco con una división aproximada en tres tercios: uno no nacionalista, uno nacionalista moderado y (casi) uno nacionalista radical. División que se territorializa en las tres provincias: Álava, con mayoría no nacionalista; Vizcaya, con mayoría del nacionalismo moderado, y Guipúzcoa, con mayoría del nacionalismo radical (hasta un 22% de los guipuzcoanos apoya a HB y un 50% se considera sólo vascos). El resultado es que HB no desciende apreciablemente, el PNV se mantiene, al igual que el PSOE, y el PP sube, pero a costa de Unidad Alavesa. Todo sigue igual, lo que en el caso vasco significa que todo va peor.

Por ello hay que regresar a lo esencial y primario, y ese dato primario es constatar que, nos guste o no, la mayoría de los ciudadanos vascos son nacionalistas: un 30% del PNV, un 15% de HB y un 10% de EA, lo que suma nada menos que el 55%. Un dato que no es un parámetro inamovible, pero que no puede ser ignorado y que, a mi entender, significa que cualquier solución democrática del problema vasco tiene que contar con el nacionalismo y, viceversa, no puede hacerse a costa del nacionalismo. Y puesto que éste es, in toto, tanto el problema como la solución, ésta tiene inevitablemente que romper el bloque nacionalista para contar con el sector moderado y aislar al radical.

Ése era y debe seguir siendo el sentido del Pacto de Ajuria Enea. Y los sucesos de julio pasado y el espíritu de Ermua fueron una oportunidad de pedagogía colectiva para profundizar el pacto, ensanchando la fosa que debe separar a violentos de demócratas, aislando y acosando a aquéllos. La sociedad vasca se enfrentó a "sus chicos" y el nacionalismo rompía con sus pulsiones cainitas. Ello ha ocurrido socialmente, y así, una abrumadora mayoría del 70% de los encuestados asegura que en su entorno predomina la indignación y el rechazo hacia ETA. Pero ese fortísimo sentimiento no está siendo aprovechado políticamente: para la mayoría la situación empeora y casi dos de cada tres rechazan tanto la política antiterrorista del PP como la del Gobierno vasco. El mensaje es claro: los vascos quieren aislar a ETA y acabar con la violencia y por ello están insatisfechos con la política del PNV. Pero son nacionalistas y, si el rechazo al terrorismo tiene que implicar abandonar el nacionalismo, se corre el riesgo de que opten por la mala alternativa.

Es más, cuanto más se encone el discurso antinacionalista más se empuja al nacionalismo moderado hacia el radical y hacia ETA. Por supuesto, ello puede producir rendimientos electorales a quienes abanderan discursos nacionalistas (al PP y al PNV), pero, aparte de que esos rendimientos son, como vemos, bien magros, el precio es la creciente polarización de la sociedad vasca. Y en ese contexto el discurso antinacionalista corre el riesgo evidente de echar leña al fuego que trata de apagar. Sería preocupante que Ermua se construyera a costa de Ajuria Enea.

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