Tribuna:

Mearse en políticaM. VÁZQUEZ MONTALBÁN

Buena parte de los éxitos electorales del PSOE se debieron a que dejó poco espacio a su derecha para un centro político social y tuvo a su izquierda un PCE evidentemente mermado en el nivel intelectual de su intelectual orgánico colectivo. El PP parece haber aprendido la lección y se proclama partido de centro izquierda para tratar de suplantar la oferta social liberal, aprovechando el momento de liante euforia macroeconómica y los desajustes oftalmológicos de los socialistas, con un ojo puesto en el proceso de los GAL y el otro en su preocupante metástasis direccional. De momento ya hay tres ...

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Buena parte de los éxitos electorales del PSOE se debieron a que dejó poco espacio a su derecha para un centro político social y tuvo a su izquierda un PCE evidentemente mermado en el nivel intelectual de su intelectual orgánico colectivo. El PP parece haber aprendido la lección y se proclama partido de centro izquierda para tratar de suplantar la oferta social liberal, aprovechando el momento de liante euforia macroeconómica y los desajustes oftalmológicos de los socialistas, con un ojo puesto en el proceso de los GAL y el otro en su preocupante metástasis direccional. De momento ya hay tres cabezas visibles, González, Borrell y Almunia, y no se sabe si crecerá la hidra o si el triunvirato ya se ha repartido el aparato o el aparato se los ha repartido a ellos. También ignoro si proseguirá el deslizamiento del PP hacia la izquierda, con el riesgo de que le salga un ala marxista leninista, incluso maoísta, sin duda encabezada por el portavoz Rodríguez, que tiene pinta de maoísta de río. Mientras el PP trata de delimitar un territorio mayor valiéndose del desgaste del lenguaje, el caso GAL ya está aquí obligando una vez más a los socialistas a elegir entre el liarse a la cabeza la consigna Yo también soy Barrionuevo o mirar hacia adelante desde el impulso que significó el efecto Borrell. Parte del propio PSOE parece formar una horquilla con el PP y sus aliados mediáticos para devolver a Borrell a su sitio, con el agravante de que ese sitio tiene cada día menos centímetros cuadrados, como si el proclamado candidato socialista a la presidencia del Gobierno fuera un incómodo ganador recluido en un zulo metafórico. Por si faltara algo, el maldito embrollo de la candidatura de Cristina Almeida a la presidencia de la Comunidad Autónoma de Madrid pone al descubierto usuras tácticas tragicómicas si se tiene en cuenta el mal estado del que parte cualquier candidatura del PSOE a esas elecciones. Tal vez habría que recurrir a Konrad Lorenz y sus tesis sobre la conducta animal para entender lo que a veces pasa en las formaciones políticas procedentes del socialismo científico, como si tras más de un siglo de excesiva tensión racionalista necesitaran la regresión de orinar en los cuatro puntos cardinales para marcar el territorio de la memoria y el deseo hasta arrinconarlos. Pero no lleguemos a la precipitada conclusión de que los desmanes etológicos y escatológicos de la política madrileña dejan una vez más al descubierto las excelencias del oasis catalán. De vez en cuando solemos caer en el defecto de pensar que no hacemos porque no queremos y nos encanta ponerle unos geranios y un ramito de ginesta al pantano para que siga pareciendo un oasis. Indirectamente, los ajustes zoológico-territoriales de la política centrípeta afectan a las expectativas de la política periférica, y así vemos que el achicamiento de Borrell perpetrado en Madrid repercute en las expectativas del previsto tándem Borrell-Maragall, y también hemos visto e incluso oído que la evolución del PP hacia la izquierda se debe a la influencia benéfica de CiU, que así como en el pasado sirvió para que el PSOE no se decantara hacia el marxismo-leninismo, en el presente ha propiciado el social-liberalismo de los hasta hace dos días autocalificados como conservadores liberales. También el caso Almeida tiene su repercusión en Cataluña porque obliga a los de Iniciativa y al PSC a clarificar mucho más sus aproximaciones a la hora de plantear una alianza desalienante del nacionalpujolismo. El precipitado pacto con el PSOE de López Garrido y su recién nacida formación política obliga a Iniciativa a delimitar una vez más su voluntad diferenciadora sin destruir las coincidencias lógicas con todas las izquierdas en presencia, pero que nadie se extrañe si las dificultades de resituación del acercamiento entre IU y el PSC son aprovechadas por sectores del propio PSC para capitalizar partidariamente el efecto Borrell-Maragall y por las otras izquierdas catalanas para orinar un poquito más lejos con vistas a ampliar l"hortet. De no volver, y pronto, a la dimensión solidaria y lógica de la construcción de una alternativa progresista al nacionalpujolismo, los vicios zoológicos de las formaciones políticas en presencia pueden instalarnos una vez más en el oasis empantanado. O se pone en marcha una movilización social que presione hacia el cambio o quedará demostrado una vez más que la política catalana es una mezcla de autosatisfacción insensata y de verbalismo oposicionista al servicio de la tranquilidad que nos da seguir la mascarada de la oposición sin perder el disfrute de todo lo que nos une: el pan con tomate, las victorias del Barça y el cariño por el Juve. De pie o en cuclillas, los políticos catalanes, cada vez que tratan de extender l"hortet, riegan la finca de La Familia.

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