Tribuna:

Estrategia empresarial ante el siglo XXI

El comienzo de un nuevo milenio, supongo, ha planteado siempre interrogantes. Tal vez los del próximo milenio los está planteado con una extensión y hondura superiores; en todo caso, es el que a nosotros nos ha tocado vivir, y el reto no lo podemos esquivar. Las situaciones de inseguridad tienen su carga negativa y requieren el afán de todo hombre, en cualquier sociedad, en toda empresa, de buscar apoyos firmes y seguros. No en vano se ha afirmado que el hecho de caminar supone levantar un pie: es más seguro no levantarlo, pero al no hacerlo se produce el estancamiento, el anquilosamiento. La...

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El comienzo de un nuevo milenio, supongo, ha planteado siempre interrogantes. Tal vez los del próximo milenio los está planteado con una extensión y hondura superiores; en todo caso, es el que a nosotros nos ha tocado vivir, y el reto no lo podemos esquivar. Las situaciones de inseguridad tienen su carga negativa y requieren el afán de todo hombre, en cualquier sociedad, en toda empresa, de buscar apoyos firmes y seguros. No en vano se ha afirmado que el hecho de caminar supone levantar un pie: es más seguro no levantarlo, pero al no hacerlo se produce el estancamiento, el anquilosamiento. Las situaciones de inseguridad también tienen su aspecto positivo, en las personas, en las empresas y en las culturas, ya que obligan a crecer, reaccionar con madurez y, consiguientemente, incrementar el interés por la formación. Económicamente, se nos presenta un fenómeno, con unas proporciones desconocidas hasta ahora -y que irá en aumento- que es el de la denominada globalización. Con simpleza, puede afirmarse que no es un fenómeno nuevo, aludiendo, por ejemplo, a cómo la crisis de la Bolsa de 1929 ya mostró la interrelación de las economías mundiales. O, cuando se pretende relativizar la globalización que, en estos momentos, se ha extendido en el mundo de los medios de información: existe Internet, abundante información -se argumenta-, pero no todo el mundo tiene acceso a la información y los grandes canales de comunicación los controlan menos personas de las que puede parecer y, desde luego, sólo puede aplicarse a una parte no mayoritaria de la población mundial. Así, algunos pretenden deshacer, en cierto sentido, el mito de la globalización. Es muy arriesgado simplificar, o hacer pruebas, cuando anda en juego el desarrollo económico y humano. Siendo rigurosos, hemos de aceptar que la globalización económica no es un fenómeno totalmente nuevo, pero sí tiene un alcance real, superior a cualquier época de la historia. Y, ante este fenómeno, me uno a la postura de aceptar el reto porque la crisis que entraña, no puede ser evitada. A veces, ciertas personas o grupos parecen obsesionados por magnificar las identidades culturales propias, minimizando los valores del resto de los pueblos. En este momento creo preferible participar de todas las culturas, no sólo de la española. Y esa misma postura se está adoptando en la Comunidad Valenciana, vertebrando una nueva zona económica, que es el Mediterráneo; mejorando las comunicaciones; siendo foro de debates mundiales sobre los derechos y deberes del hombre, con motivo del 50º aniversario de la Declaración de los Derechos Humanos. Y esa misma postura ha conducido a España a integrarse en la Unión Europea, incorporarse al euro y ser un agente activo de la internacionalización económica y cultural. Ya en el mundo más concreto de las empresas, el factor decisivo va a ser la inversión en la formación. Hace tiempo, la tierra determinaba la economía; luego, lo fue el capital: ha llegado el momento en que la persona, y el uso que haga de las capacidades tecnológicas de información y gestión, es la clave. En definitiva, se ha creado un mercado de creadores. Creadores que, para adentrarse en el moderno mercado de la economía abierta, deberán adecuar sus conductas en principios hoy ya generalmente aceptados. Uno de ellos el de pensar en global y actuar en local: la perspectiva global obliga a pensar, con visión de conjunto, aunque se pueda caer en el abismo de la perplejidad, por no saber adaptarse al lugar y momento, con sus requerimientos empresariales específicos. En segundo lugar, el necesario trabajo en equipo no puede anular al individuo, es decir, la globalización exige sumar esfuerzos de todos en la empresa, pero personalizando responsabilidades y, antes, motivaciones. En tercer lugar, se hace inevitable una mayor combinación estratégica de capacidades y recursos, con una orientación a medio y largo plazo, y con una organización empresarial más ágil, adaptable, versátil. Y, en cuarto lugar, cuando el mundo es posible ámbito de actuación, cada empresa debe ser competitiva, desarrollando las capacidades específicas, y subcontratando lo que no se puede hacer competitivamente. Los retos, las innovaciones, exigen compromiso. El coraje y la tenacidad son claves para el éxito. Y, así como la globalidad trae consigo para los empresarios una mayor solidaridad, más todavía en momentos de bonanza económica como los actuales, hemos de afirmar que no estamos sólo ante unos derechos al desarrollo económico y cultural, sino que tenemos el deber de afrontar estos años con creatividad, innovación y entusiasmo. El Colegio Mayor Universitario de La Alameda, con sus jornadas anuales para empresarios, desea contribuir a afrontar ese reto.

José María Jiménez de Laiglesia es presidente del comité organizador de las Jornadas de Estudio para Empresarios.

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