SE ACABÓ LA LIGA

Corazonada rojiblanca

Decenas de miles de aficionados rindieron un homenaje popular al equipo bilbaino por el subcampeonato

Decenas de miles de personas se dieron cita ayer en las calles de Bilbao para homenajear al Athletic por la consecución del subcampeonato que le faculta para disputar la Liga de Campeones. Nadie se atrevía a cuantificar la matemática del júbilo. Lo cierto es que desde que el Athletic montó en el camión descapotable en Palacio de Ibaigane, tras la ritual comida familiar, hasta que alcanzó el Ayuntamiento bilbaíno, cita prioritaria del programa, las gentes de Bilbao poblaron sus aceras y buena parte de la calzada festejando un éxito más emocional que material.La pregunta flotaba en el ambiente: ...

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Decenas de miles de personas se dieron cita ayer en las calles de Bilbao para homenajear al Athletic por la consecución del subcampeonato que le faculta para disputar la Liga de Campeones. Nadie se atrevía a cuantificar la matemática del júbilo. Lo cierto es que desde que el Athletic montó en el camión descapotable en Palacio de Ibaigane, tras la ritual comida familiar, hasta que alcanzó el Ayuntamiento bilbaíno, cita prioritaria del programa, las gentes de Bilbao poblaron sus aceras y buena parte de la calzada festejando un éxito más emocional que material.La pregunta flotaba en el ambiente: ¿Y esto sin un Copa que exhibir en la balconada? Fernando Ochoa, gerente del club e inventor de la gabarra como motivo litúrgico de los éxitos, reconocía: "Si ponemos en marcha la gabarra, no sé lo qué hubiera pasado".

Era la sensación general. La explicación sociológica de la explosión inusitada de jubilo rojiblanco, podía fundamentarse en la mayoría de jóvenes aficionados rojiblancos, deseosos de revivir lo que habían vivido en el coche de niños, catorce años antes, cuando el Athletic festejó su último titulo de Liga de la mano de Javier Clemente.

El alcalde de Bilbao, Josu Ortuondo, era el más explícito en ese sentido: "Llevo desde 1991 [año en que accedió a la alcaldía] esperando este momento, este alboroto singular en el Ayuntamiento, porque la ciudad se llena de otra emotividad y el Athletic se convierte en el mejor embajador europeo para el Bilbao que mira al futuro con el Museo Guggenheim, con la terminal del aeropuerto, con el Palacio de Congresos, etcétera; en definitiva, con todas las alternativas para que Bilbao sea un ciudad de bienestar y de trabajo para todos. Lo de hoy es muy importante para la ciudad".

El Ayuntamiento bilbaíno era un hervidero de voluntades. Al Athletic le costó casi una hora alcanzar el consistorio en el camión que recuperaba la tradición de la protohistoria rojiblanca.

Experiencia nueva

El Athletic oficial (jugadores, técnicos, directivos) se rindió a la emotividad de la ocasión. Como los aficionados, la mayoría de ellos no habían vivido la distorsión festiva de la ciudad, en este caso para celebrar el jubileo de la Liga de Campeones. Quizá por ello, el "discurso" de la balconada fue tan monocorde como explosivo. Recuerdos para Uranga (por el eterno conflicto de Joseba Etxeberria), recados al Real Madrid (el eterno rival) y mucho auto de fe rojiblanco, ejemplificado por el presidente José María Arrate, y sobre todo el entrenador Luis Fernández, emboscado en una sucesión de banderas vascas y rojiblancas. Su eslogan favorito miraba al futuro: "El año que viene, la Copa del Rey". El técnico hispano-francés conocía por las cintas de vídeo la eclosión rojiblanca, pero le faltaba autentificar la fe. Con ironía, Larrazabal le comentaba al entrenador rojiblanco, en el camión del acontecimiento: "Míster, menos mal que has venido a Bilbao, porque te hemos hecho internacional". Un recado.Su acceso al Ayuntamiento resultó espectacular, Anunciado por la megafonía, Luis Fernández reclamó el bote del público. La consecuencia fue que el cordón de seguridad se rompió. La chavalería quería tocar al ídolo, enfundado en banderas e incapaz de resistirse a diseñar unos pases toreros en la balconada municipal, coreados con devoción por el público asistente.

Culto a la pasión

El Athletic demostró su particular culto a la pasión. "Esta ciudad necesitaba un punto de encuentro y el Athletic se lo ha proporcionado" afirmaba el presidente José María Arrate, firmemente convencido de que el éxito deportivo tenía un incalculable valor ante equipos como "Real Madrid, Atlético de Madrid, Valencia, Betis, Real Sociedad o Tenerife, concebidos para el título de liga. En el balcón estuvo más contundente: "Somos lo que somos gracias a vosotros, [dirigiéndose al público], porque de lo contrario seríamos un club más del Estado español. Con vosotros hemos conseguido todo esto. ¡Gora euskaldunak! [Vivan los vascos]", afirmó.Los jugadores se rindieron a la pleitesía general. Apelaciones constantes al Athletic, a Bilbao, a Euskadi, al público y algunos recados a los otros equipos: ¡Madrid se quema!, ¡Ni Barça ni Madrid, Athletic!" y demás.

Bilbao se había rendido a sus colores inundando las arterias principales de la ciudad. Algunos de los asistentes recordaban la experiencia vivida hace catorce años, gabarra de por medio. Lo de ayer no alcanzó tal supremacía matemática, pero se le aproximó. Y eso sin ningún título oficial, aunque sí moral, de por medio. Todo estaba previsto para fiesta y se cumplió.

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