Editorial:

Discurso perverso

A LOS jefes de ETA, que ayer ordenaron matar a Alfonso Parada, un guardia civil jubilado, les encantaría que la discusión entre los demócratas hiciera olvidar quiénes son los que disparan. Generalizar la confusión, sustituir la frontera entre defensores de las libertades y liberticidas por otra que separe a los nacionalistas de quienes no lo son, o a los partidarios de la negociación de los que se oponen a ella, es uno de los objetivos de ETA. El de los demócratas tiene que ser el contrario: la claridad de ideas como condición para una respuesta eficaz.Los nacionalistas vascos están muy irrita...

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A LOS jefes de ETA, que ayer ordenaron matar a Alfonso Parada, un guardia civil jubilado, les encantaría que la discusión entre los demócratas hiciera olvidar quiénes son los que disparan. Generalizar la confusión, sustituir la frontera entre defensores de las libertades y liberticidas por otra que separe a los nacionalistas de quienes no lo son, o a los partidarios de la negociación de los que se oponen a ella, es uno de los objetivos de ETA. El de los demócratas tiene que ser el contrario: la claridad de ideas como condición para una respuesta eficaz.Los nacionalistas vascos están muy irritados porque consideran que se les está «criminalizando». El nacionalismo es una opción legítima, aunque tan criticable como cualquier otra. ¿Cómo esperaba Arzalluz que reaccionasen los ciudadanos que ven cómo se asesina a concejales o guardias jubilados al mismo tiempo que importantes dirigentes nacionalistas dicen a los asesinos que «unos mueven el árbol y otros recogen las nueces»? No es la ideología nacionalista lo que se rechaza, sino la persistencia de un concreto discurso nacionalista que inevitablemente va a ser interpretado por ETA como un aval, o una disculpa al menos, de sus crímenes.

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El nacionalismo mayoritario está diciendo al nacionalismo fascista: 1) que no es posible una derrota policial de ETA; 2) que la lucha armada puede ser funcional para modificar el marco político, arrancando más concesiones en beneficio del ideal nacionalista; 3) que no es necesario que ETA deje de matar para iniciar el proceso de diálogo. Con esas premisas es improbable que ETA se convenza de que su estrategia es equivocada. Al revés: tenderán a creer que la violencia es capaz de hacer ceder a la mayoría y que, aunque tengan sólo el 12% de los votos, representan a todos los nacionalistas.

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Es ese discurso de efectos perversos lo que se reprocha al PNV, y no sus ideales nacionalistas. El PNV no ha mantenido siempre ese discurso. Es una novedad de los últimos años. Se trata de un planteamiento ventajista: si se acaba con ETA, mejor, pero si no, al menos conseguiremos un marco más nacionalista (a costa de que cedan los que no lo son); equívoco: los resultados se presentan como más democráticos , lo que significa que sólo serán plenamente democráticos si se cede íntegramente ; poco realistas: no se trata de la paz a cualquier precio, sino de una posibilidad remota de paz a cualquier precio.

Para evitar esos efectos perversos, el Pacto de Ajuria Enea estableció unas cautelas que, tras una lectura superficial del proceso irlandés, se quisieron esquivar, intentando un atajo. El experimento ha fracasado. No el nacionalismo, sino un discurso poco meditado de algunos dirigentes nacionalistas que rompieron Ajuria Enea por una Lquimera. Volver a una actitud de firmeza y unidad en torno a lo que supuso ese foro no garantiza acabar con ETA, pero es condición previa para evitar la confusión que los terroristas necesitan para seguir imponiendo su agenda fúnebre.

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