Reportaje:

Del avión a los burdeles

Las redes de la inmigración ilegal han establecido un estrecho contacto con las mafias de la prostitución

Las mafias que controlan la inmigración ilegal han encontrado un cliente perfecto en los prostíbulos de Madrid. Estas organizaciones han ideado, según la Brigada Provincial de Extranjería, un lucrativo sistema para introducir mujeres y confinarlas en estos lupanares burlando los controles policiales. El método, basado en la llamada bolsa de viaje consiste en hacerlas llegar como turistas y, durante su estancia, prostituirlas (mucha veces forzosamente) hasta obtener de ellas cantidades millonarias.La Brigada Provincial de Extranjería, dirigida por el comisario Francisco Javier Redondo, sostiene...

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Las mafias que controlan la inmigración ilegal han encontrado un cliente perfecto en los prostíbulos de Madrid. Estas organizaciones han ideado, según la Brigada Provincial de Extranjería, un lucrativo sistema para introducir mujeres y confinarlas en estos lupanares burlando los controles policiales. El método, basado en la llamada bolsa de viaje consiste en hacerlas llegar como turistas y, durante su estancia, prostituirlas (mucha veces forzosamente) hasta obtener de ellas cantidades millonarias.La Brigada Provincial de Extranjería, dirigida por el comisario Francisco Javier Redondo, sostiene que este sistema es utilizado sobre todo por las redes de prostitución suramericanas. Estas organizaciones captan a las mujeres (cientos, según la policía, y la mayoría procedente de Colombia) con el viejo canto de sirena de un puesto de trabajo en España.

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Luego las preparan para que el viaje discurra sin ningún sobresalto y les entregan la denominada bolsa de viaje: un billete de avión de ida y vuelta a Madrid, dinero para justificar sus tres meses de estancia como turista en España (entre 50.000 y 70.000 pesetas por mes) e incluso una reserva en un hotel. Todo ello bien acreditado y lo suficientemente bien presentado como para sortear los controles policiales en la aduana del aeropuerto madrileño de Barajas.

Un millón por el viaje

Pero, una vez en Madrid, la organización les retira el dinero entregado para pasar la frontera y les exige el pago del viaje: un millón de pesetas por término medio. La forma de satisfacer esta deuda varía según la especialidad de la red de inmigración. Algunas organizaciones, que disponen de agencias de empleo propias, en vez de enviar a las mujeres a los prostíbulos, les buscan trabajo en la hostelería o jardinería. Pero sin seguridad social ni contrato.El inmigrante, con el dinero que recibe por su trabajo, paga por triplicado a la organización: paga el viaje, paga a la agencia de contratación y paga el alojamiento que le han proporcionado.

"Viven hacinados en pequeños pisos. Cada cierto tiempo les cambian para evitar sospechas. Los inmigrantes no se atreven a denunciar porque están en situación ilegal", añaden las fuentes policiales.

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El segundo y mayoritario método empleado por estas organizaciones repite la secuencia anterior de captación (viaje, empleo y alojamiento), pero esta vez basado en el círculo de la prostitución.

Las bandas internacionales de delincuentes, que disponen incluso de agencias de viaje para facilitar la llegada de su material humano, pactan con lupanares o clubes nocturnos de carretera de Madrid la entrada de las mujeres. Estos locales, que según los expertos de la policía han experimentado un inusitado auge en los últimos dos años gracias a este método, las alojan en habitaciones separadas de la zona de trabajo.

Cada 20 o 30 días, para evitar tanto el cansacio de los clientes de los burdeles como que las mujeres intenten fugarse, se las cambia de prostíbulo. Esta rotación se denomina hacer la plaza.

Por cada día de trabajo, según la policía, pagan a la organización que las ha introducido en España de 8.000 a 10.000 pesetas, destinadas a reducir la deuda contraída por el viaje. No acaban ahí los ingresos para la red:cobran además la peluquería, la ropa interior, la comida, el alojamiento.

"Muchas mujeres son forzadas, pero difícilmente lo denuncian. Tienen miedo. Otras lo hacen voluntariamente y sacan su beneficio", explicó un experto policial. Finalizado el plazo de estancia como turista, que a veces se prorroga dos meses, las mujeres son enviadas de vuelta a su país. "Sobre el papel ha sido una visita turística y es casi imposible demostrar lo contrario", concluye la policía.

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