Cartas al director

El pecado de los españoles

La inspiración mesiánica de ciertos gestores y la desidia del resto de los componentes de los comités ejecutivos, llevan, siguiendo los erráticos deseos de estos falsos profetas, creídos, engreídos y ensimismados en sus propios residuos, a la ruina a todas las instituciones que simulan gestionar, y tras sus magníficos actos salen de rositas, aunque por la puerta falsa de las mismas, dejando tras de sí todo un deplorable panorama, que, a su vez, recogen los carniceros de vocación (gerentes, ejecutivos) para realizar delicadas operaciones de cirugía consistentes en sesgar de cuajo, y sin dolor p...

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La inspiración mesiánica de ciertos gestores y la desidia del resto de los componentes de los comités ejecutivos, llevan, siguiendo los erráticos deseos de estos falsos profetas, creídos, engreídos y ensimismados en sus propios residuos, a la ruina a todas las instituciones que simulan gestionar, y tras sus magníficos actos salen de rositas, aunque por la puerta falsa de las mismas, dejando tras de sí todo un deplorable panorama, que, a su vez, recogen los carniceros de vocación (gerentes, ejecutivos) para realizar delicadas operaciones de cirugía consistentes en sesgar de cuajo, y sin dolor por sus partes, los puestos de trabajo y con ellos las ilusiones y esperanzas de futuro de unos trabajadores, eso sí, culpables, en todo caso, de acatar sus instrucciones, inocentemente. A los que para colmo de desgracias y súmmum de la estrategia mercadista niegan sus principales derechos y les regatean mezquinamente sus necesarias indemnizaciones en aras de falsos expedientes de crisis, que una vez superados permiten retornar a otros mediocres dirigentes con similares delirios de grandeza, que emergiendo de una gris existencia alcanzarán sus 30 segundos (en España, léase de tres a cuatro años) de gloria rebosantes de estupidez, tan maligna como la propia maldad. En resumen y recordando a Max Aub, el pecado de los españoles es que preferimos las soluciones rápidas, y lo rápido siempre es violento. Y además siempre queremos quedar como Dios, por orgullo. Y del orgullo a la crueldad sólo hay un paso. ¡Dios nos libre de los necios queriendo hacer cosas!-

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