Un 'albanólogo' en pos de la independencia

Ibrahim Rugova, un hombre tímido de voz enfermiza que nunca se quita su bufanda, era un desconocido para los albaneses antes de la fundación, en 1990, de la Liga Democrática de Kosovo, el partido que encabeza. Considerado por algunos un apóstol de la no violencia, este musulmán de 54 años, nacido en Kosovo y discreto escritor de textos sobre cultura albanesa -albanólogo por la Universidad de Pristina- ha logrado tras siete años convertirse en interlocutor único de EE UU y la UE para el futuro de la provincia serbia, pese a que predica su independencia como objetivo inmediato.En 1996, si...

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Ibrahim Rugova, un hombre tímido de voz enfermiza que nunca se quita su bufanda, era un desconocido para los albaneses antes de la fundación, en 1990, de la Liga Democrática de Kosovo, el partido que encabeza. Considerado por algunos un apóstol de la no violencia, este musulmán de 54 años, nacido en Kosovo y discreto escritor de textos sobre cultura albanesa -albanólogo por la Universidad de Pristina- ha logrado tras siete años convertirse en interlocutor único de EE UU y la UE para el futuro de la provincia serbia, pese a que predica su independencia como objetivo inmediato.En 1996, sin embargo, declaraba a este enviado que Kosovo debería convertirse en un protectorado occidental en una fase de transición, algo que empieza a dibujarse en el horizonte. Y todavía aseguraba que el Ejército de Liberación (UCK) era una invención de los serbios para desacreditar a los albaneses.

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Sus rivales acusan al jefe político de los albaneses de Kosovo de haber llevado demasiado lejos su credo ínmovilista, fomentando así el descontento de los jóvenes, la inmensa mayoría en la provincia serbia, y la aparición del UCK, la banda armada secesionista que ha dado pretexto a Belgrado, para su masiva represión en la región de Drenica. Con su programa de desobediencia civil frente a Serbia y a través de los años, Rugova ha ido construyendo en Kosovo una Administración paralela -impuestos, educación, sanidad- que rige hoy con discretos resultados la vida de los suyos.

Cuando se acerca la hora de la verdad, Belgrado teme a este periodista ocasional, estudiante posgraduado en París, admirador de Juan Pablo II y la madre Teresa de Calcuta, cuyas fotografías se exhiben en su oficina de Pristina. Lo prueba el excepcional amontonamiento de mentiras que dedicó anoche durante media hora la televisión de Milosevic a la jornada electoral de Kosovo. Ningún régimen comunista en su apogeo lo habría hecho mejor. Es decir, peor.

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