Un asalto de medio minuto

La sigilosa espera de la Guardia Civil en el rellano de la escalera sólo fue advertida por el sexto sentido de un niño menor de dos años. Su llanto despertó a sus padres, quienes apenas unos segundos después, al filo de las 4.30 de ayer, escucharon un fuerte golpe en el piso 4.30 que puso en pie a todo el vecindario. A partir del momento en el que la Guardia Civil rompió el marco de la puerta con una porra de 14 kilos, no pasaron más de 30 segundos de actividad trepidante mezclada con gritos confusos. Luego, el silencio. El número 16 de la calle Sancho el Sabio de Vitoria era desde hace más de...

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La sigilosa espera de la Guardia Civil en el rellano de la escalera sólo fue advertida por el sexto sentido de un niño menor de dos años. Su llanto despertó a sus padres, quienes apenas unos segundos después, al filo de las 4.30 de ayer, escucharon un fuerte golpe en el piso 4.30 que puso en pie a todo el vecindario. A partir del momento en el que la Guardia Civil rompió el marco de la puerta con una porra de 14 kilos, no pasaron más de 30 segundos de actividad trepidante mezclada con gritos confusos. Luego, el silencio. El número 16 de la calle Sancho el Sabio de Vitoria era desde hace más de un año y hasta ayer mismo el cobijo y centro de operaciones terroristas del comando Araba.Los liberados Aitor Bores Gutiérrez e Ignacio Crispín, junto al presunto colaborador Josu Huertas fueron sorprendidos en plena noche cuando sobre Vitoria empezaba a formarse una frágil neblina. Los tres dormían, y al menos dos de ellos tenían la pistola a mano, en la mesilla. Sin embargo, ninguno hizo amago de usarla. La entrada fue tan rápida que no pudieron reaccionar. "Lo que se oyó cuando entraron en el piso era como de película", relató uno de los vecinos de los terroristas. No hubo disparos y todo acabó en apenas medio minuto.

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El portal estaba un poco desvencijado, y el buzón del 4º D no tenía chapa de identificación. Sin ascensor y con una escalera estrecha, los agentes tuvieron que esperar para entrar en el piso en fila india. En la tercera planta, el registro de los cables de la luz estaba abierto, y un buen número de colillas indicaba que la madrugada del jueves fue muy larga.

Arsenal

En el inmueble, situado en la misma manzana de la sede de HB, los etarras guardaban además de fusiles y una ametralladora, 45 kilos de amonal, explosivo suficiente como para hacer volar la planta del edificio en el que viven nueve familias.Aunque la operación comenzó a las 4.30 horas, el último de los detenidos en abandonar el piso fue el colaborador del comando, Josu Huertas, economista y afiliado al sindicato LAB. Esposado, con las manos a la espalda, e inclinado hacia adelante fue introducido cinco horas después, a las 9.30 horas en un coche blanco, en medio de una gran expectación vecinal.Los vecinos aseguraron ayer que no sabían que tres personas vivían en ese piso. Tan sólo veían a Huertas, "un chico de unos 30 años que vestía bien, y que estuvo en alguna reunión de vecinos. Jamás escuchamos nada extraño, ni fiestas, ni escándalos. Llevaba aquí más de un año, casi dos", explicó un vecino.

Por otra parte, varios desconocidos incendiaron en la noche del miércoles la subcentral eléctrica de la empresa Euskotren en Rentería, que da servicio a la línea San Sebastián-Hendaya. Los daños ascienden a 15 millones.

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