Espía telefónico

Algunos contestadores permiten que cualquiera escuche fácilmente lo que se dice en la casa

Algunos modelos de contestadores permiten que cualquier extraño escuche no sólo los mensajes grabados en ellos, sino también lo que se habla en la casa donde está colocado el aparato. En una media de 20 minutos, un desconocido -o un amigo curioso, o cualquiera de las personas que vive en la casa- puede averiguar la clave de esos modelos -de sólo dos dígitos- mediante sucesivas pruebas, desde un teléfono multifrecuencia o con un mando a distancia que se compra en cualquier tienda de electrónica. Después, todo resulta muy sencillo.Tras descubrir la clave, el espía puede pinchar...

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Algunos modelos de contestadores permiten que cualquier extraño escuche no sólo los mensajes grabados en ellos, sino también lo que se habla en la casa donde está colocado el aparato. En una media de 20 minutos, un desconocido -o un amigo curioso, o cualquiera de las personas que vive en la casa- puede averiguar la clave de esos modelos -de sólo dos dígitos- mediante sucesivas pruebas, desde un teléfono multifrecuencia o con un mando a distancia que se compra en cualquier tienda de electrónica. Después, todo resulta muy sencillo.Tras descubrir la clave, el espía puede pinchar el contestador, penetrar en los mensajes, escucharlos sin dejar huella, borrarlos, y hasta cambiar el mensaje de salida del propietario del contestador. Si el aparato, además, cuenta con la función room monitor (monitor de habitación), el extraño puede espiar lo que sucede en la estancia donde se encuentre situado el contestador.

Aplicando un juego de combinaciones, la mayoría de los contestadores del mercado son muy vulnerables. Si el intruso además es un técnico, "el tiempo de acceso se reduce a siete minutos" (prueba comprobada por este diario), afirma Vicente F. D., especialista que alerta, sobre todo, contra la posibilidad de escucha en la estancia a través del micro del contestador.

Este espionaje es posible, lógicamente, siempre que el curioso penetre en el contestador antes de que el inquilino regrese a su vivienda y, por lo tanto, no descuelgue el auricular al oír la llamada. El espía queda a la espera una vez que ha pinchado el contestador y puede oír todo lo se dice en la estancia manipulando una tecla desde su teléfono a distancia (no se ofrecen más detalles para no facilitar la operación). La única huella que quedará tras la operación es un tímido pib con el encendido de una luz (que se apaga automáticamente) cuando cuelga el intruso.

La función room monitor, ideada para controlar a distancia el hogar (y que resulta útil si se deja a niños solos en casa), está incorporada en varios modelos de una marca japonesa de las más vendidas en España y que, salvo en una de sus últimas creaciones, sólo precisan de dos dígitos para el acceso al contestador.

La única medida de seguridad que puede practicar el própietario es desactivar el contestador nada más entrar en casa y volverlo a activar. Con ello, cortaría la conexión establecida por el intruso. En cuanto a la lectura de la grabación, los fabricantes de aparatos de telefonía tienden cada vez más a incorporar más de tres dígitos para escuchar los mensajes con el telemando.

Dada la proliferación de importaciones paralelas de aparatos telefónicos, los técnicos consultados no pueden cifrar las condiciones de seguridad o de vulnerabilidad que existen en todos y cada uno de ellos, pero sí consideran que es más difícil la penetración cuando la clave precisa de cuatro o cinco dígitos. Muchas de las marcas de gran prestigio tienen una gama más barata que sólo precisa de un dígito para entrar en el contestador con el mando a distancia y escuchar las grabaciones -no todos los modelos permiten oír además lo que se habla en la casa-, mientras que se precisan cuatro en los más caros.

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