El metro, del rojo al azulón

La compañía emplea más de 500 millones en cambiarle los colores a su flota de vagones

En las entrañas negras carbón del subsuelo madrileño, el frío azul le acaba de ganar una batalla encarnizada al color que durante años ha relucido en la mayor parte de los túneles del metro que surcan los intestinos de la ciudad le irá dejando paso, lenta pero inexorablemente, a una franja de azul adusto sobre fondo blanco. El cambio de aires trasciende las consideraciones meramente estéticas: pintar los 1.076 coches que integran la nutrida flota subterránea de la compañía costará, a lo largo de los próximos cinco años, más de 500 millones de pesetas.Desde hace un par de semanas, un equipo de ...

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En las entrañas negras carbón del subsuelo madrileño, el frío azul le acaba de ganar una batalla encarnizada al color que durante años ha relucido en la mayor parte de los túneles del metro que surcan los intestinos de la ciudad le irá dejando paso, lenta pero inexorablemente, a una franja de azul adusto sobre fondo blanco. El cambio de aires trasciende las consideraciones meramente estéticas: pintar los 1.076 coches que integran la nutrida flota subterránea de la compañía costará, a lo largo de los próximos cinco años, más de 500 millones de pesetas.Desde hace un par de semanas, un equipo de operarios del metro de Madrid se afana, en su nave de los talleres centrales de Canillejas, en revestir los convoyes con su nuevo ropaje corporativo blanquiazul. La tarea parece elemental, pero requiere un bonito dinero: plastificar y pintar cada unidad ronda el medio millón de pesetas. Los modelos de gálibo estrecho se transfiguran en relativamente poco tiempo (542 coches en 205 horas), pero los de gálibo ancho, ésos de aire más robusto que circulan por las líneas 6, 7 y 9, resultan bastante más laboriosos. Pasar por la brocha estos 344 coches consumirá unas 215 horas de trabajo.

El presidente de la compañía, Ramón López Mancisidor, se ha tomado muy en serio esta transformación externa de los vagones. Él fue, personalmente, el que estudió las alternativas de diseño y el que acabó apostando por el blanco con rayita azulona. "Había otras opciones, con franjas amarillas o rojas, pero ésta me convenció más", explica. Y lo documenta: "Es un diseño parecido al del metro de Múnich o el de algunas ciudades escandinavas. Lo importante era que predominara el blanco, porque aporta mucha luminosidad cuando el coche irrumpe en la estación". Atrás quedan, pues, los coloristas tiempos del rojo, el gris y hasta aquel verde esmeralda que lucían los vagones del modelo 1000 (ese que aún traquetea, estruendoso, por la línea 5) entre 1964 y 1980.

Al debate cromático también se ha sumado el consejero de Transportes, Luis Eduardo Cortés, siempre dispuesto a aportar alguna gota de humor inglés. ¿Los cambios en el Metro significan que al Gobierno regional del PP le tira más el azul que el rojo?, le interrogaron hace poco. "En absoluto", respondió: "Para rojo ya tenemos uno, precioso, en la bandera de la Comunidad".

A quien todo este jaleo de colorines no parece hacerle tanta gracia es al comité de empresa del Metro. El portavoz de Comisiones Obreras, Javier Pérez, lamentó que su compañía "tire el dinero" en cuestiones menores. Y sentenció: "A mí, esto del cambio de la imagen corporativa me parece una solemne gilipollez".

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