Gracias infinitas

Desde la despedida de Enguilla y sus amigos, todos sabíamos que teníamos algo pendiente, que ése no era el fin de nuestra experiencia de acogida de niños saharauis en nuestras familias durante el verano. Que lo que empieza de forma tan intensa no puede concluir con una breve despedida en la sala del aeropuerto.Por eso nos vimos un día cualquiera del mes de octubre en la misma sala del aeropuerto embarcando en el mismo avión en el que hacía poco se fueron nuestros niños. Esta vez sin lágrimas en los ojos, sino con la ilusión de retomar la historia, de volver a verlos, de conocer su entorno, su ...

Desde la despedida de Enguilla y sus amigos, todos sabíamos que teníamos algo pendiente, que ése no era el fin de nuestra experiencia de acogida de niños saharauis en nuestras familias durante el verano. Que lo que empieza de forma tan intensa no puede concluir con una breve despedida en la sala del aeropuerto.Por eso nos vimos un día cualquiera del mes de octubre en la misma sala del aeropuerto embarcando en el mismo avión en el que hacía poco se fueron nuestros niños. Esta vez sin lágrimas en los ojos, sino con la ilusión de retomar la historia, de volver a verlos, de conocer su entorno, su familia... de comenzar a entender muchas cosas. Los lazos que habíamos establecido eran mucho más fuertes de lo que podíamos imaginar meses antes. Con la llegada al desierto, descubrimos un pueblo lleno de valores, de alegría, de amor a la familia, de respeto hacia los mayores, de cariño para los niños, de gran generosidad para los amigos, de entrega a su causa.

Su profunda mirada trasluce el orgullo de un pueblo que se mantiene fuerte y unido después de 22 años viviendo en la situación límite de refugiados. El pueblo saharaui ha logrado que, en España, gente muy diferente se una, vibre y reflexione por una causa común y justa en un desorbitante fin de siglo lleno de contradicciones. Gracias infinitas a un pueblo de mirada penetrante, orgullo profundo y generosa hospitalidad.-