Tribuna:VISTO / OÍDO

El tío Felipe

Siento ver desfilar hacia el pasado a Alfonso Guerra: probablemente el socialismo fue mejor cuando él era vicepresidente. Por eso fue la primera víctima de la gran derecha. Felipe González, que ahora es como un viejo y prestigioso tío del partido, le ha dado el suave empujón, ha inclinado a los madrileños hacia lo que llaman "renovación", que supone la manera o el estilo de Almunia (¿habrá un tiempo en que se hable del almunismo?). Lissavetzky, Cristina Alberdi, agarran las nuevas banderas. Banderas viene de bando: casi la mitad de la federación mantiene el otro bando, el guerrista. Irá desapa...

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Siento ver desfilar hacia el pasado a Alfonso Guerra: probablemente el socialismo fue mejor cuando él era vicepresidente. Por eso fue la primera víctima de la gran derecha. Felipe González, que ahora es como un viejo y prestigioso tío del partido, le ha dado el suave empujón, ha inclinado a los madrileños hacia lo que llaman "renovación", que supone la manera o el estilo de Almunia (¿habrá un tiempo en que se hable del almunismo?). Lissavetzky, Cristina Alberdi, agarran las nuevas banderas. Banderas viene de bando: casi la mitad de la federación mantiene el otro bando, el guerrista. Irá desapareciendo. Los nuevos son una esperanza: el socialismo, en la historia y en el mundo, ha sido, sobre todo, una esperanza. Algo que gobierna o dirige desde fuera: desde la oposición. No lo está siendo. El tío Felipe lleva la suya propia, la canta en sus comparecencias -le espero en la presentación del diccionario de Ramoncín (Políticamente correcto, Temas de Hoy) en Crisol: puede dar un buen mitin-, pero el Parlamento está un poco abandonado.A lo largo de la historia del siglo, la izquierda ha cambiado el mundo desde fuera del poder: sus esperanzas las han tenido que cumplir sus enemigos. En España se podría montar una buena esperanza entre este bando socialista y el de IU, que aspira también a la renovación. También lamentaría, con la pérdida de Guerra, la de Anguita, por su empeño en resucitar viejos propósitos, antiguas reivindicaciones a las que no hay que abandonar. Pero si las elecciones en Galicia parecen haber invitado al partido socialista a cumplir este empeño en la renovación, las mismas elecciones podrían invitar al partido comunista a la suya.

No hacia la derecha: ya el querido tío Felipe González se fue por haberse dejado ir demasiado a la derecha, y Anguita arruina a los suyos por haber querido ser conservador de sus dogmas. Pero el equilibrio que hace falta es profundamente difícil: ser de izquierdas y administrar un capitalismo inevitable y su libertad obligatoria, sus dogmas de fe y sus nacionalizaciones insultantes (Menem ha caído por la corrupción arrancada de las nacionalizaciones, que han incidido en mantener el paro). Un socialismo, un comunismo, que se las arreglen para volver a levantar la esperanza entre los que no lo somos mas que por las reminiscencias inolvidables del Frente Popular.

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