Tribuna

¡Que venga la ONU!

Esto se ha puesto duro. Y es que la tercera victoria triunfal de Fraga está tan cantada en las elecciones virtuales que en el PP hay un raro nerviosismo, como si temieran un episodio de realismo mágico por parte del pueblo el próximo domingo. "¡Hay que buscar los, votos debajo de las piedras!", clama don Manuel en los mítines. Y añade: "O yo o el caos".Si esto fuese una película de Billy Wilder, ya alguien habría gritado: "¡El caos!" o "¡que venga la ONU!". Pero si algo falta es sentido del humor. La maquinaria pública se ha puesto ya en plan No-Do total. En una mezcla pornográfica de lo insti...

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Esto se ha puesto duro. Y es que la tercera victoria triunfal de Fraga está tan cantada en las elecciones virtuales que en el PP hay un raro nerviosismo, como si temieran un episodio de realismo mágico por parte del pueblo el próximo domingo. "¡Hay que buscar los, votos debajo de las piedras!", clama don Manuel en los mítines. Y añade: "O yo o el caos".Si esto fuese una película de Billy Wilder, ya alguien habría gritado: "¡El caos!" o "¡que venga la ONU!". Pero si algo falta es sentido del humor. La maquinaria pública se ha puesto ya en plan No-Do total. En una mezcla pornográfica de lo institucional y lo electoral, los informativos ocupan su espacio con actividades del Gobierno en funciones. Todo vale. En Valdeorras, teniendo por testigos a Fraga y a la ministra Loyola de Palacio, el presidente de la Diputación de Ourense, José Luis Baltar, hizo uso del arma más siniestra exhibida hasta ahora en la campaña y vinculó a un adversario democrático, el BNG, con el terrorismo etarra. En vano busco una crítica en los paladines liberales de antaño. Pero no encuentran ni una pulga en el fraguismo y hacen suya la premisa del poder: no hay alternativa. Si esto es un ensayo de lo que va a suceder en España en el futuro, abróchense los cinturones. Eso sí, buena parte de la prensa gallega, en un acto que la ennoblece, mantiene la templanza.

Hay lugares donde la presencia de la oposición es un acto de heroicidad. Los observadores podrían darse, por ejemplo, una vuelta por O Vicedo, en el norte de Lugo. Allí ejerce un alcalde del PP, lsaac Prado Villapol, quien, en un gesto de desprendimiento, decidió bautizar con su propio nombre la avenida principal del pueblo. En un proceso judicial abierto, el fiscal le acusa de embolsarse irregularmente 60 millones de pesetas en dietas en un periodo de cuatro, años. La penúltima que se sabe, por boca de un antiguo compañero, es que se compró con dinero público la caseta del perro. Al ex presidente socialista de la Xunta, Fernando González Laxe, no le soltaron el perro de Villapol, pero se las vio y deseó para conseguir dar un mitin en el pueblo. El local de la Asociación de Cabezas de Familia, donde antes había intervenido el PP, estaba cerrado. Sus directivos habían recibido presiones para impedir el acto opositor.

Esto no es una dictadura, pero, como diría Haro Tecglen, hay islotes instalados en una no-democracia. En otro municipio lucense, el de Chantada, el alcalde de la derecha restituyó al callejero los nombres de Franco y Primo de Rivera y retiró los de Castelao y Alexandre Bóveda, un católico galleguista fusilado en el 36, porque las calles se llamaban así "de toda la vida". Pero no sólo cabe hablar de municipios con atmósfera preconstitucional. En el mundo de la cultura la cofradía más abundante es la de los caladiños. Personas que en privado denostan al Gobierno rehúsan pronunciarse en público. No tienen esa cautela los satisfechos, por diversos motivos, con el actual poder. Aparecen artículos escritos por intelectuales que hasta atribuyen a Fraga las obras públicas aprobadas por Borrell.

Existe oposición y existe alternativa. Frente a Fraga no hay esa caricatura de la jaula de grillos. Sucede que la alternativa es bicéfala, y eso podría ser tan problemático como ventajoso. En realidad, la oposición nunca ha estado tan unida. Existe más fraccionamiento electoral en Euskadi y aquí no hay un independentismo terrorista.

Los ilustrados galleguistas ponían de modelos para Galicia a Dinamarca o Suiza. En el fondo, los gallegos somos bastante suizos, aunque sea por la emigración. Lo que pasa es que allí triunfó hace sólo 800 años la revolución democrática de burgueses y campesinos y aquí, en la misma época, fracasó la de los Irmandiños. Mucha gente de la Terra de Soneira, donde vivo, trabaja en Suiza. Analizando la Enquête sur le rapport des suisses à la politique, uno encuentra que el comportamiento político de mi comarca no es muy distinto del de un cantón suizo. Sucede que allí a la pluralidad nadie le llama caos.

En fin. Si sigue Fraga, que sea el que entierra la espada y empuña el arado. Y si viene el caos, que sea suizo.

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