En la muerte de Miguel Ángel Blanco Garrido

Desde el dolor. Desde la rabia. Desde la desesperación.Desde mi pasado militante, que nació con el Proceso de Burgos, cuando mis simpatías por ETA estaban intactas.

Desde la evidencia del conflicto vasco, específico, que hay que resolver democráticamente y de una vez.

Desde las dudas que me nacen por la existencia de Intxaurrondo y por la historia de los cuerpos de seguridad del Estado, y de la guerra sucia parapolicial que hubo una vez.

Desde la confianza en el diálogo, en el que apenas se cree.

Desde la solidaridad con las víctimas de la crueldad fanática.

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Desde el dolor. Desde la rabia. Desde la desesperación.Desde mi pasado militante, que nació con el Proceso de Burgos, cuando mis simpatías por ETA estaban intactas.

Desde la evidencia del conflicto vasco, específico, que hay que resolver democráticamente y de una vez.

Desde las dudas que me nacen por la existencia de Intxaurrondo y por la historia de los cuerpos de seguridad del Estado, y de la guerra sucia parapolicial que hubo una vez.

Desde la confianza en el diálogo, en el que apenas se cree.

Desde la solidaridad con las víctimas de la crueldad fanática.

Desde el recuerdo por la tortura de Ortega Lara, como resumen.

Desde el horror ante cualquier manera de barbarie.

Desde la emoción de estar en la plaza de la Villa de Madrid, bajo el sol de la una del mediodía, junto a tantas personas de diferente condición, ideología, religión, etcétera.

Desde el anuncio del asesinato de Miguel Ángel y de la continuación de un comportamiento criminal.

Desde la ingenuidad de pensar que éste tiene que ser el final de ETA.

Desde el ejercicio inútil de la comprensión.

Desde el respeto a los derechos inalienables conquistados por el género humano.

Desde la ilusión en un futuro libertario, en paz, en libertad, feliz. Desde la aventura maravillosa de la vida.

Desde la razón y desde el sentimiento. Desde la palabra. Desde las lágrimas.

Alto. ¡Basta ya, ETA! Así no.- .