Tribuna

Goebbels en Arrasate

"Los judíos me deben estar muy agradecidos", escribió Goebbels después de la famosa "noche de los cristales rotos", en noviembre de 1938. Este texto no es sino una parte de la información que se extrae de la más reciente biografia del personaje. Conocíamos ya lo que fueron esos incidentes. La "noche de los cristales rotos" supuso la destrucción de 200 sinagogas en Alemania, la muerte de una cuarentena de judíos, el apaleamiento de miles más y unos daños por valor de 100 millones de marcos. Los nazis lo interpretaron como un estallido de ira espontáneo, pero hoy sabemos que ni siquiera todos el...

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"Los judíos me deben estar muy agradecidos", escribió Goebbels después de la famosa "noche de los cristales rotos", en noviembre de 1938. Este texto no es sino una parte de la información que se extrae de la más reciente biografia del personaje. Conocíamos ya lo que fueron esos incidentes. La "noche de los cristales rotos" supuso la destrucción de 200 sinagogas en Alemania, la muerte de una cuarentena de judíos, el apaleamiento de miles más y unos daños por valor de 100 millones de marcos. Los nazis lo interpretaron como un estallido de ira espontáneo, pero hoy sabemos que ni siquiera todos ellos lo habían provocado. Lo hizo Goebbels por su deseo de destacar sobre, el, resto de la clase dirigente del Reich. Así se abrieron paso los campos de concentración..La cita parece oportuna tras haber leído que Egin asegura que Ortega Lara "vuelve a. la cárcel" y que HB califica de "perversos y crueles" a quienes le liberaron. Hay cosas que simplemente no se pueden entender. Cuando se ve el rostro macilento y barbado de un hombre con la mirada perdida porque ha sido mantenido casi dos años en permanente tortura por quienes aparentan ser sus semejantes, la mente: se niega a la comprensión. Reaparece aquí el holocausto porque de ese horror cabe decir lo que Elie Wiesel dijo del asesinato en masa de judíos: los que no han vivido esta experiencia no llegarán a conocerla jamás y los que la hayan vivido no querrán ni podrán transmitirla. En cambio, esa estricta inversión de la Verdad, que no pretende ni siquiera ser provocación, revela que nos encontramos ante dos ejemplos paralelos del lado más perverso de la naturaleza humana.

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Se puede proseguir la comparación. Lo obvio es afirmar que Ortega Lara, al salir del zulo, parecía un judío después de abandonar Auschwitz, pero la semejanza entre el nazismo y el terrorismo de ETA se prolonga en muchos otros campos.

El antisemitismo de Hitler no era nuevo, ni resultó coherente, ni tampoco fue constante en el grado de su virulencia. Asentado en un mundo que consideraba aceptable el racismo, se convirtió en asesino cuando la dificultad de la campaña en Rusia le convirtió en obsesivo. Algo parecido le sucede al terrorismo etarra, derivación más de una extrema izquierda antidemocrática que de un nacionalismo radical. Su combustible ha sido durante 30 años la lamentable espirial acciónreacción.Lo que hizo posible el holocausto no fue el antisemitismo asesino de unos pocos, sino la complicidad de miles de personas dispuestas a lubricar la maquinaria del genocidio. Hoy existe un porcentaje del electorado vasco que está en esa situación: más concretamente, ese 21% de votantes de HB que apoyan incondicionalmente a ETA juegan idéntico papel que quienes colaboraban en hacer posible el gaseamiento de judios. A ello se suma el círculo de una intimidación que, a su vez, se alimenta del terroir.

En estos últimos días se ha señalado con frecuencia la diferencia de trato entre el secuestro de Delclaux y el de Ortega Lara. En lo que se ha reparado menos es en la estricta complementariedad de ambos, que nace de algo que bien conocían los nazis, la industrialización del horror. Ellos ya hicieron compatible la explotación económica de los judíos con su exterminio y, cuando llegaba éste, también aprovechaban los dientes de oro postizos de los cadáveres. La industrialización del horror etarra se demuestra en la profesionalización de quienes lo llevan a cabo. Eso les permite ser versátiles corno los nazis, a quien les daba igual hacer un experimento con un judío que cambiar a unos centenares de ellos por un camión.

Y, en fin, otra coincidencia se refiere a que en ambos casos la crueldad no es un instrumento, sino un fin en sí mismo. Aurora de un tiempo nuevo, la crueldad resulta estrictamente funcional. Si llegaran a triunfar, sería para ellos, como fue para los nazis, la ordinaria administración destinada a hacer posible la imposición de la minoría sobre la mayoría.

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Pero lo que más llama la atención es la primera coincidencia, la que impulsa a la inversión de la Verdad. Por eso los secuestradores se han equivocado al poner el anagrama de ETA en el zulo de Ortega Lara. Tenían que haber puesto la divisa que Hitler hizo figurar en la puerta de los campos de concentración: "El trabajo os hace libres".

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