Editorial:

Adiós a una era

HONG KONG, joya de la corona británica durante más de siglo y medio, es desde hoy una ciudad más de un coloso en auge que es la República Popular China. Con la partida del buque Britannia y la llegada, muy inquietante por innecesaria, de 4.000 soldados chinos concluye una era en la que este pequeño bastión del imperio colonial británico en el mar de China pasó de ser un miserable estuario adecuado para el comercio intercontinental a convertirse en una próspera y dinámica metrópoli de la economía, el comercio y las fi nanzas.Por el acuerdo firmado en 1984 entre el Reino Unido y China, es...

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HONG KONG, joya de la corona británica durante más de siglo y medio, es desde hoy una ciudad más de un coloso en auge que es la República Popular China. Con la partida del buque Britannia y la llegada, muy inquietante por innecesaria, de 4.000 soldados chinos concluye una era en la que este pequeño bastión del imperio colonial británico en el mar de China pasó de ser un miserable estuario adecuado para el comercio intercontinental a convertirse en una próspera y dinámica metrópoli de la economía, el comercio y las fi nanzas.Por el acuerdo firmado en 1984 entre el Reino Unido y China, esta ciudad simbólica del capitalismo se incorpora así a un Estado con un nivel de desarrollo muy inferior y a un régimen político antagónico al que rigió su destino desde la lejana Londres. El tiempo dirá si esta incorporación a China tiene realmente los efectos que temen aquellos que auguran el comienzo del declive de Hong Kong como gran generador de riqueza. Parece poco probable que Pekín tenga estas intenciones, porque un Gobierno tan pragmático como el de China no tiende a infligirse daño de forma tan obvia. La república más poblada de la Tierra cuenta ya con muchas ciudades que, bajo el lema de "dos sistemas, un país", hacen compatible una economía rabiosamente capitalista bajo una dirección política comunista. La designación de un célebre empresario, Tung Chee-hwa, como jefe del Ejecutivo de la ciudad indica que Pekín quiere que Hong Kong siga siendo la gallina de los huevos de oro y no piensan en hacer allí experimentos sociales.

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Pero está claro que para los casi siete millones de habitantes de Hong Kong van a cambiar considerablemente las reglas de vida y convivencia. La actitud mostrada por Pekín en estos últimos meses hace suponer que existe una firme voluntad de imponer con rapidez su poder en la ciudad. La creación de una Cámara legislativa obediente al régimen de Pekín, que sustituye a la democráticamente electa, es significativa. Habrá que esperar para ver cómo conviven a partir de hoy no ya el capitalismo y el régimen comunista, que lo hacen, y con fluidez, en Shanghai y otras ciudades chinas, sino la sociedad abierta de Hong Kong, con hábitos de gran urbe occidental, con un régimen siempre temeroso ante las libertades. A 24 horas del traspaso del territorio, el nuevo gobernador se ha anticipado a garantizar nuevas elecciones para mayo del próximo año. Lo que está por ver es si esas elecciones serán homologables a los estándares democráticos.

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