Tribuna:

Viaje de estudios

¿Ha visto usted a un estudiante al regreso de un verdadero viaje? Un viaje largo, no sólo paisajes sino libros, no sólo vacaciones sino esfuerzo, genuina soledad a veces, y sobre todo el tiempo y el asombro de comprobar que en efecto el mundo es grande y la nuestra una aldea aunque vivamos entre millones de habitantes.¿Le ha visto? Sabrá entonces que el viaje es al estudiante lo que los hijos a una pareja: la muda, el cambio de verdad. Hasta el punto de que algunos pensamos que no hay educación sin viaje, y mucho menos graduación. Y no es una idea tan extravagante, no se crea: piénsese que en ...

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¿Ha visto usted a un estudiante al regreso de un verdadero viaje? Un viaje largo, no sólo paisajes sino libros, no sólo vacaciones sino esfuerzo, genuina soledad a veces, y sobre todo el tiempo y el asombro de comprobar que en efecto el mundo es grande y la nuestra una aldea aunque vivamos entre millones de habitantes.¿Le ha visto? Sabrá entonces que el viaje es al estudiante lo que los hijos a una pareja: la muda, el cambio de verdad. Hasta el punto de que algunos pensamos que no hay educación sin viaje, y mucho menos graduación. Y no es una idea tan extravagante, no se crea: piénsese que en algún país norteño (y rico, todo hay que decirlo) no se concede el título, en ciertas especialidades de humanidades si el estudiante no acredita al menos un semestre de permanencia en el extranjero. Y no el extranjero de su pequeña aldea, como a veces pensamos que es todo lo que no se pueda ver desde el campanario de nuestra parroquia, sino el extranjero genuino: otro idioma, otras costumbres, eventualmente otras razas.

De ahí que tenga alguna trascendencia (escasa de momento, como veremos) la decisión del consejero madrileño de Educación, Gustavo Villapalos, de cuadruplicar las plazas en las cinco universidades públicas de Madrid con destino a estudiantes de toda España. Porque por inaudito que parezca -yo todavía me pasmo, desde luego-, España está dividida en una cosa que llaman distritos universitarios, coincidentes con las autonomías, y que vienen a ser como lo contrario de la autonomía de pensamiento. Quiere decirse que un estudiante de, León no puede estudiar en Sevilla, si así le parece, por la única y exclusiva razón de que la universidad de Sevilla está reservada a los sevillanos y vecinos... que tampoco pueden ir a A Coruña.

Ni que decir tiene que este pintoresco modo de entender la universidad no existe en los países a los que no cesamos de compararnos, ya estén regidos por conservadores, ya por socialistas. Simplemente se cree que, como su propio nombre indica, las -indispensables- condiciones para entrar en la universidad no deben desde luego tener que ver ni con la procedencia geográfica ni con la renta familiar. Ni mucho menos con los adoctrinamientos políticos y las timideces familiares.

Porque de eso en definitiva estamos hablando. La proliferación en España de universidades de bolsillo (y con la correspondiente calidad, salvo excepciones) tiene demasiado que ver con la miope tendencia a restringir los gastos en educación y también con la inconcebible pretensión (le aprovechar el prestigio inherente a la universidad y reconvertirla en escuela de adoctrinamiento nacional, regional, local o semejantes. Sólo así se explica el afán de las autonomías por crear universidades que de tal algunas sólo tienen el membrete -y es urgente un libro blanco al respecto- y la sospechosa oposición de las autoridades catalanas, no sólo a la creación de un distrito único, sino a la ampliación de la cuota para estudiantes forasteros. (Forasteros de la autonomía.) Según publicaba este periódico el lunes, estos dirigentes catalanes temían que la inmigración de universitarios de toda España fuera excesiva. Lo cierto es que, según fuentes oficiosas, la demanda de becas Erasmus para Cataluña es inferior a la del resto de España. Las becas Erasmus permiten una circulación aún poco numerosa de universitarios por Europa y comienza ya a ser una verdadera revolución de la que también habrá que hablar.

Dicho claramente: los obstáculos a la libre circulación de universitarios por toda España lo son a la igualdad de oportunidades. Hoy por hoy las universidades españolas no son homogéneas -y a veces es Madrid la que no resiste la comparación-, de manera que a menudo el mismo título no vale lo mismo en todas las universidades. ¿Con qué derecho se condena a unos estudiantes a unas universidades menores? O simplemente, ¿por qué se les impide por ley estudiar fuera de su ciudad, si ese es su deseo?

Aunque Villapalos ha anunciado que piensa incrementar la cuota al 100% que nadie se asuste: el año que viene en Madrid sólo podrán estudiar 17.000 universitarios de fuera, y los alumnos de la Comunidad Autónoma tendrán prioridad.

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