Los liberales esperan revalidar su poder en el voto de Canadá

El primer ministro de Canadá, el liberal Jean Chrétien, confía en que su apuesta de adelantar las elecciones, insólita en la política canadiense, le sirva para conseguir mañana el respaldo de la mayoría de la población, como ocurrió en 1993. Diversos sondeos indican que su margen de ventaja, muy cómodo al comienzo de la campaña electoral, ha ido reduciéndose, pero que sigue siendo suficiente para conservar la mayoría. La economía y la recuperación de la crisis, un elevado desempleo, del 10%, el desequilibrio presupuestano y el futuro de los servicios sociales han centrado el debate.Con la pers...

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El primer ministro de Canadá, el liberal Jean Chrétien, confía en que su apuesta de adelantar las elecciones, insólita en la política canadiense, le sirva para conseguir mañana el respaldo de la mayoría de la población, como ocurrió en 1993. Diversos sondeos indican que su margen de ventaja, muy cómodo al comienzo de la campaña electoral, ha ido reduciéndose, pero que sigue siendo suficiente para conservar la mayoría. La economía y la recuperación de la crisis, un elevado desempleo, del 10%, el desequilibrio presupuestano y el futuro de los servicios sociales han centrado el debate.Con la perspectiva de que el Partido Liberal se consolide como el único con presencia y entidad en todo el país, si alcanza el 40% del electorado que estiman los sondeos, la cuestión será saber quién va a dirigir la oposición. Estas elecciones deberían contemplar la resurrección del Partido Conservador, que sufrió una espectacular derrota en 1993. Una auténtica catástrofe: de 301 escaños a solamente dos. De la mano de su nuevo líder, Jean Charest, los tories han centrado su campaña en la necesidad de corregir el desequilibrio presupuestario. Los sondeos les dan sobre el 20% de los votos.

La fuerza política que robó el alma y los escaños a los conservadores, el Partido de la Reforma del carismático Preston Manning, tiene posibilidades de mantenerse en el 19% alcanzado hace tres años y medio. Manning, odiado en Quebec y adorado en el oeste de Canadá, supondría un elemento de división si, finalmente, consigue ser líder de la oposición, 10 años después de haber fundado su partido. En el otro extremo del escenario, geográfica y políticamente, está el Bloque Quebequés, otro de los triunfadores de 1993, pero con grandes dificultades para mantener sus 54 escaños.

Inspirado en el populismo conservador del norteamericano Newt Gingrich, Manning ha atizado los sentimientos antifrancófonos del Canadá que habla inglés al señalar que los dirigentes de los otros tres partidos -Chrétien, Charest y el nacionalista Gilles Duceppe- son de Quebec. Por eso Chrétien ha acusado a Manning de intolerante y a Charest, de racista.

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