Editorial:

Hacia Amsterdam

TONY BLAIR, el flamante triunfador en las elecciones del Reino Unido, ha irrumpido en Europa como en su propio país. Ha pedido un "giro radical" para que la Unión Europea se ocupe en serio de las grandes preocupaciones de los ciudadanos europeos como el paro, la competitividad o el medio ambiente. Llegó al Consejo Europeo informal de Noordwjik decidido a impulsar la idea de una "Europa de la gente". La presentación de Blair en el escenario europeo. demuestra que, aunque liberado de los recelos antieuropeos del partido de su antecesor, también ha de insistir en supeditar la idea misma de Europa...

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TONY BLAIR, el flamante triunfador en las elecciones del Reino Unido, ha irrumpido en Europa como en su propio país. Ha pedido un "giro radical" para que la Unión Europea se ocupe en serio de las grandes preocupaciones de los ciudadanos europeos como el paro, la competitividad o el medio ambiente. Llegó al Consejo Europeo informal de Noordwjik decidido a impulsar la idea de una "Europa de la gente". La presentación de Blair en el escenario europeo. demuestra que, aunque liberado de los recelos antieuropeos del partido de su antecesor, también ha de insistir en supeditar la idea misma de Europa a los intereses de su país.Es lógico que no quisiera granjearse las primeras críticas en Londres por euroblando. Pero no ha esgrimido ninguna amenaza de veto, y esto es un avance. El verdadero calado europeísta de Blair se verá en la cumbre de Amsterdam, dentro de tres semanas, donde debería concluirse la reforma del Tratado de Maastricht. No apuesta por los bloqueos, sino por los acuerdos. En algunos terrenos se muestra bien dispuesto a una mayor integración.

Pero, ¡ay!, es justamente en cuestiones en las que España tiene bastante que perder, pues la introducción de más decisiones por mayoría cualificada en la política social podría asfixiar a una España retrasada en este terreno, como podría hacerlo en medio ambiente, otro asunto favorito de Blair. Y la insistencia británica en resolver en este tratado su problema de pesqueros matriculados en el Reino Unido pero controlados por extranjeros -léase españoles- está fuera de lugar ante lo que realmente está en juego en la Conferencia Intergubernamental.

Noordwijk ha sido un aperitivo para Amsterdam, y puede haber servido para acelerar los trabajos ante la Conferencia Intergubernamental. Pese a las dificultades de las cuestiones pendientes, poco se ganaría alargando el proceso negociador. La cumbre de Amsterdam se presenta como un paso más en el proceso de integración europea. Pero no será el último ni, previsiblemente, el más decisivo.

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